
Domingo de Gente Triste: «Some Nights» de fun.
Hoy es otro día de Gente Triste, y ¿qué mejor que el último día de las pocas semanas que le quedan al año para hablar del fin del mundo?
Suele pasar que a medida que se acerca diciembre y las celebraciones de fin de año une se sienta más triste o melancólicx que de costumbre, ya sea por las promesas que no se cumplieron, las cosas que quedaron pendientes o una pandemia que amenazó cambiar la vida como la conocíamos (aunque sabemos que la única cosa que cambió fue el hecho de que ya no hay conciertos). Razones para estar tristes hay, y hoy retrocederemos al 2012 para recordar a una banda, y particularmente un álbum, que nos puso todos los sentimientos fatalistas a flor de piel.
Eran principios del último año de la Tierra, según chamanes y astrólogxs, cuando la banda estadounidense fun. publicaba su segundo álbum de estudio «Some Nights». Probablemente recuerden a fun. por ser la banda madre de Jack Antonoff y por la voz tan particular y hermosa de Nate Ruess, su vocalista. También por el single de tal álbum, y la canción más conocida de la banda, «We Are Young», himno de esperanza para tiempos tan oscuros como aquellos.
El álbum, a pesar de estar repleto de canciones de amor, aparece también como un disco del fin del mundo, lleno de dudas internas, pero también de esperanzas. Hay canciones como «Carry On» o «Some Nights» que nos dejan con pequeños lapsos de sentir que pueden haber cosas hermosas en el mundo.
Y es que una cosa es que realmente las noticias nos informen de fatalidades y otra muy distinta son los demonios internos que nos vigilan continuamente. Al escuchar el álbum completo queda en evidencia lo último, o como el peso de la mente a veces es tan grande que es preferible desear el fin del mundo a seguir viendo gente del pasado o a esforzarse para darse a entender con personas que no comprenden.
El tema de apertura, de un poco más de dos minutos, resume perfecto el disco en totalidad. La dificultad del hablante de no caer en la locura y de como sí puede haber alguien que puede estar contigo a través de todas las dificultades. El resto del disco es un sube y baja de disculpas e intenciones de ser mejor, demostrando que a veces la presión de tener a alguien al lado nos arrastra a tener temas inconclusos con nosotrxs mismxs que pesan en aquellas relaciones al punto de quebrarlas irreparablemente.
«All Alright» y «Stars» son quizá las canciones más oscuras del álbum, la primera sosteniendo el temor de la soledad, sobre todo en los momentos en que une siente que está tan mal que prefiere pasar a “piloto automático”. «Stars» insiste en esta sensación de desamparo diciendo que “nadie va a venir a rescatarnos” y lo inútil que resulta aferrarse a pequeñas esperanzas sabiendo que el mundo no cambiará.
En el disco también hay espacio para interpelar a la sociedad (como si no existiese a lo largo de todo el álbum) más explicitamente. «One Foot» se rumorea que se trata del trato que la iglesia le da a la comunidad LGBTQ+, y en la letra existen pistas que pueden ayudar a tal interpretación, como cuando se habla de la idea de pecado según la Biblia, y que aquella ley o idea fue dictada por ellxs mismxs, dejando ver que a veces la comprensión de lo bueno o lo malo puede estar sesgada.
En las once canciones que componen el disco, Ruess y compañía nos dan una infinidad de sentimientos, creando una banda sonora tanto para el fin del mundo como para el día a día de una generación que se ve tan abrumada por las consecuencias de tiempos pasados que no haya como funcionar según lo que dicta una sociedad anticuada y desatendida.
En uno de los últimos domingos de Gente Triste del año, este disco es el epítome de la tristeza. ¿Es un disco para escuchar cuando unx está increíblemente triste? Sí. ¿Es un disco para escuchar cuando ya está terminando el año y no hiciste nada de lo que dijiste que harías y, aunque crees que es tu culpa, en realidad la situación no estuvo bajo tu control? Absolutamente.
