Jueves de Cine: Hedwig and the Angry Inch

A este nuevo jueves de cine lo vestimos de flecos y lentejuelas, le ponemos nuestra peluca rubia más pomposa, el maquillaje más llamativo y, acompañado del mejor glam rock, lo dedicamos a uno de los musicales más importantes y trascendentales del cine contemporáneo: «Hedwig and the Angry Inch».

La película nos narra en primera persona la historia de Hedwig, una persona trans que, conflictuada por la naturaleza de su género y las decepciones amorosas que ha sufrido, busca una revancha de su vida y una respuesta frente a sus problemas personales a través de la música, siendo vocalista y líder de la banda de glam-rock que da nombre al film. 

Así, y durante la mayor parte del largometraje, Hedwig elabora su relato a través de una serie de flashbacks que, tanto a través de su discurso como de sus canciones, nos ayudan a entender y construir nuestra percepción del personaje.

A pesar de haber sido estrenada el año 2001, esta ópera prima escrita, dirigida y protagonizada por John Cameron Mitchell tiene sus orígenes en teatros de Nueva York en el año 1998, junto a Stephen Trask a cargo del ámbito musical. Del mismo modo, el personaje de Hedwig remonta su origen al año 1994, como un alter ego en búsqueda de autocomprensión mediante el cual Mitchell exploraría los límites de su género, interpretando y resignificando aspectos de su propia vida. Sus primeras apariciones y espectáculos serían, justamente, en bares de drag queens, en donde se presentaba a si misme como “el nuevo muro de Berlín”.

La película parte por presentarnos a Hedwig como un personaje carismático, andrógino, rebelde y audaz, cuya personalidad escénica se revela a la audiencia con disconformidad y desenfado. “Enemigos y adversarios, intenten derribarme”, vocifera intercalando referencias históricas, conectadas a su infancia en la Alemania de posguerra, antes de bajar del escenario. Es justo ahí, en el tras bambalinas y fuera del espectáculo donde relucen las raíces de su disconformidad y el origen de su vulnerabilidad.

Y es que para entender el presente desenfrenado y caótico de Hedwig, es necesario entender su pasado, junto a los dramas, carencias y cuestionamientos que fueron marcando su camino. Nacide bajo el nombre de Hansel en la Alemania oriental, sobrellevó desde su infancia la dicotomía de haber vivido en carne propia el abuso, la pobreza, y la precarización emocional, mientras crecía su deseo de ser “un joven americano”, inspirade por las figuras de David Bowie, Iggy Pop y Lou Reed. El deseo de cruzar este muro (literal y figurado) que lo separa del sueño americano le obliga a casarse con un hombre adoptando el nombre de su madre y sometiéndose a una operación clandestina de cambio de sexo, que se convertiría en el origen de su herida (literal y figurada).

Es precisamente esta herida y su exploración lo que separa a la película de la típica celebración musical de la cultura queer y la liberación sexual. Las canciones que lo componen no son una mera excusa para continuar el relato, sino que el relato se construye a través de ellas y sirven como premisa para desarrollar sus 2 temas principales: el amor y el autodescubrimiento. La primera canción compuesta para este musical, «The Origin Of Love» es el punto primario y fundamental para comprender la índole de las relaciones afectivas de Hedwig. Su letra, basada en la intervención de Aristófanes en un simposio de Platón, constituye la resignificación queer de este mito, en el cual los seres humanos descubrieron el amor buscando y encontrando a la otra mitad de la que fueron separades por los dioses.

En oposición a su autodescubrimiento, esta percepción del amor es el motor que lleva a Hedwig a entregarse al hombre con quien se casa en búsqueda de sí misme y de su sueño, solo para terminar enfrentándose al abandono. Este primer quiebre amoroso es también un quiebre identitario: Ya no es la persona que vivió junto a su madre, pero tampoco la que creyó ser como “esposa”. Este acontecimiento además de reflejar su inmenso vacío, y en un intento por descubrir quién es y quién no es, marca el inicio de su personalidad escénica dedicada a la música y a explotar sus dolores a través de este arte.

Tras este quiebre aparece una de las figuras fundamentales de la película: Tommy Gnosis, un adolescente en quien Hedwig volvería a volcar su idealización del amor, y con quien compondría la mayor parte de sus canciones. Sin embargo la tónica se repetiría y Tommy terminaría robando su música para alcanzar el estrellato y convertirse en la estrella del momento, dejándole atrás igual que su ex esposo. Este suceso constituye el leit motiv en la dinámica del musical pues las presentaciones de Hedwig y su banda, que ocurren paralelamente a las de Tommy, buscan la reivindicación de su propia historia, que continuamente le ha sido arrancada de sus manos y de su cuerpo (literal y figuradamente).

Desde este punto el relato del film da un vuelco introspectivo. Tras una serie de canciones que indagan en los aspectos más oscuros y recónditos de Hedwig, y habiendo reconocido y aceptado sus fracasos y sus derrotas, nos damos cuenta que su búsqueda y sus ansias por recuperar su música robada son una metáfora por recuperar su identidad y amor propios, que le fueron arrebatados por una sociedad y un sistema que le obligó a adaptarse al cómo debían ser las cosas. Es por esto que, ya hacia el final del film, y habiendo cerrado este círculo consigo misme, podemos apreciar a Hedwig sin pelucas, atuendos ni artilugios, refugiando y enfrentándose a la figura de Tommy, entendiendo que todo aquello que buscó en otras personas y disfrazó de amor, estaba dentro de sí misme: el límite entre lo masculino y lo femenino, entre la vulnerabilidad y la contestación, la línea que divide lo correcto y lo incorrecto, “el nuevo muro de Berlín”.