
Cover Art: Arcade Fire
Hoy es el segundo martes de c o v e r a r t y, para deleitarnos con su hermosura, hoy hablaremos de una banda que, si ha de vivir por siempre, será por su estética y sus canciones preciosas, por supuesto.
Arcade Fire apareció por allá por el 2004 (2003, para los más fans) con el histórico «Funeral», un disco inspirado por la seguidilla de muertes de parientes cercanos a la banda y de la que nació aquella imagen sombría con la que se presentaron ante el mundo. Se convirtieron en la promesa del indie de comienzos de siglo con un álbum que era la válvula de escape para aquella juventud que creció bajo atentados a torres, guerras por petróleo, muerte y destrucción televisada. Sin decir mucho ni muy claro, la voz arruinada de Win cantaba los pesares de su generación, le otorgaba belleza al sinsentido, al existencialismo.
Y sus shows estaban a la altura. Con una puesta en escena increíblemente punk para los años, la banda comenzó a ganarse un espacio y la atención de todxs. La banda se presentaba de traje, comúnmente negro con un par de destellos de color, como si realmente hubiesen asistido a un funeral.
Win Butler estaba en medio de una enfermedad que atacaba directamente sus cuerdas vocales, por lo que su canto era más bien un intento desesperado por hacer que algo saliera, sin importar mucho que significase. Régine Chassagne, por su parte, con su voz estridente era la contraparte destemplada de su compañero. Toda la banda gritando con fuerza en «Wake Up», dejando su vida en el escenario, haciendo catarsis de males que no les pertenecían solo a ellxs, sino que a todxs. Sus vídeos, mezclas entre dibujos, stopmotion, y caminatas por la cuadra («Power Out», «Tunnels» y «Rebellion», respectivamente), venían a cerrar el círculo de tristeza y desolación con el que la banda canadiense se daba a luz a sí misma.
Un detalle aparte, pero no tanto, es el arte del disco. Por eso estamos aquí. Y el arte del álbum debut de Arcade Fire evoca mucho rococó y “hazlo tú mismo”… La imagen principal es una mano con una pluma para escribir que se agranda y deforma, evocando muchísimo movimiento a la escena, además del nombre de la banda en letras que siguen otorgando dinamismo. Con colores tierra y una estética muy simple, el arte evoca el mismo sentimiento que tiene la música, de entregar mucho sin saber bien qué es lo que entrega. Es la primera muestra de esa encriptación que tienen lxs canadienses para presentarnos su música.

Pasaron un par de años, hasta que un 5 de marzo del 2007 la banda publicaba «Neon Bible», su segundo álbum de estudio. Y sí, «Funeral» es un álbum oscuro, sin embargo logra dejar cierta luz al final del tunel (ba dum tss); pero «Neon Bible» nos deja solo con oscuridad y esa parpadeante luz de neón que se podría traducir en la melodía de algunas de las canciones.
Este álbum se puede considerar, quizá, el más político de la banda, con interpelaciones directas al vivir en Estados Unidos, o la «Intervention» de la iglesia en gran parte de la población, cegándoles y llevándoles a vivir una vida miserable a ojos del hablante. Grabado en su totalidad en una ex iglesia acondicionada por ellxs mismxs para funcionar como estudio de grabación, la banda trabajó con órganos y coros, añadiendo grandilocuencia a los sentimientos de abandono que planteaban anteriormente en «Funeral».
Se transformó en la preparación de lo que se vendría en un futuro con la crisis mundial del 2008, las ideas de personas que son capaces incluso de sacrificar el bienestar suyo y de sus hijxs en busca del dinero, o de un dios, o de una promesa, abundan en el disco, el cual visualmente ata a la perfección tal punto de vista, tan oscuro y crítico, dejándonos con un fondo oscuro y una biblia de neón rojo y azul, que a veces se mueve (versión del CD deluxe).
Su puesta en escena, por su parte, se volvió algo más sobria, y cómo no, el álbum demandaba posturas más sombrías y dejar esa rabia juvenil y llena de vida afuera. «Neon Bible» realmente se convierte en la música de funeral, pero de la vida moderna, según Arcade Fire. Con el mismo órgano, o algo que parece serlo (no vinieron con este tour a Chile, y las grabaciones son pésimas), presente en el escenario, además de megáfonos y pedestales con la imagen de la omnipresente biblia de neón moviendo sus páginas, la banda se adentraba al escenario con lo que se podría decir una vestimenta más relajada que la de la era predecesora, pero siempre sobrios.
Los videos, por su parte, son también en blanco y negro siguiendo con la estética de querer dejarnos en la oscuridad absoluta, llenxs de tristeza y mar, otro tópico que aparece recurrentemente en el álbum, incluso en la versión deluxe uno de los flipbooks contiene material de Francois Miron, en donde un grupo de personas se zambulle y/o emerge del agua, dependiendo como se mire.

Tercer disco, tercera era. Y esta sería la más amada por los fans, y por todxs, tanto así que «The Suburbs» ganó el Grammy de Álbum del Año el 2011 (¿recuerdan las caras de Lady Gaga y Lady Antebellum?). Bueno, esa era. El álbum se ambienta ahora en los pesares de la vida común, la vida en el barrio y como tanta rutina puede matar a cualquiera. Con una portada tan simple como una foto de un auto estacionado mirando hacia un patio y una casa, el arte es la presentación de un relato en 16 canciones de como una relación se une y desune a partir de esa vida monótona que consecuencialmente todxs terminaremos viviendo.
Siempre críticxs, la banda esta vez se enfoca hacia tal rutina y ahí tira sus dardos, a esa maldita vida moderna, a ese hombre moderno que espera en la línea para esperar ser nada en la vida. El video de «Sprawl II» resume bastante de lo que la banda quiere hablar en el disco, esas casas iguales, esa vestimenta monocromática y los movimientos parcos de gente que se acostumbra a vivir una vida cuadrada. Su contraparte, el video de «The Suburbs» quizá, en donde un grupo de adolescentes viviendo al alero del barrio cercado, ve como cambia su vida en un abrir y cerrar de ojos ante la invasión militar que antes miraban a través de la reja.
El corto del cual se extrae tal video, «Scenes from The Suburbs», fue dirigido por Spike Jonze (el mismito de Her) y es tal como el disco; escenas de los suburbios, no para los suburbios, ni con amor ni con odio, son solo escenas y canciones de los suburbios, o mejor dicho, desde los suburbios. Las presentaciones en vivo incluían tales escenas, además de un cambio de look en el vocalista, que se podría interpretar como un guiño a uno de los personajes del corto. La puesta en escena se simplifica, no hay tanto material ya en el escenario (y cómo, con tanta gente), pero gana en ciertos puntos, como esa preciosa presentación de la primera canción del álbum, o la coreográfica entrega de Régine en «Sprawl II» con un vestido de lentejuelas que la hace brillar como esas bolas disco.

Hablando de bolas disco, adentrémonos en el cuarto álbum de estudio, «Reflektor», un álbum precioso, y no solo musicalmente hablando. Vamos a parar primero en la portada, porque une perfecto todo el disco. Muestra una escultura de Rodin sobre Orfeo y Eurídice sobre un círculo negro, rodeado a su vez por una especie de marmolado, todo sobre una superficie holográfica que hipnotiza cada vez que se admira.
Y podemos localizar cada parte de la portada con una parte del álbum, la superficie traslada inmediatamente a la primera parte del disco, incluyendo la canción de apertura y «Here Comes The Night Time», canción carnavalesca inspirada en la vida en Haití, país de origen de su compañera de banda y de vida, Régine Chassagne. La escultura, lógicamente, con «Awful Sound» y «It’s Never Over», las interpretaciones de la banda del mito de Orfeo y Eurídice.
Y el círculo… bueno, digamos que puede ser la constante oscuridad que pesa en con esta banda. El álbum se dividió en dos partes, en una búsqueda infructuosa por intentar hacer un disco “corto” que resultó en uno de 13, o 18 si contamos las canciones de la versión deluxe, incluidas en «The Reflektor Tapes». #Dato: la mayoría del álbum se grabó, en sus comienzos, en cintas de cassette.
La puesta en escena en vivo tanto de este álbum como el video de «Reflektor» tienen esa misma intensidad que tan solo se ve en la portada. Es quizá una de las eras más producidas de la banda a la hora de tocar en vivo. Con caras pintadas, trajes blancos, trajes negros, trajes blancos y negros, pantalones con ojos, cabezas gigantes, bandas de mentira, e incluso un hombre vestido de pies a cabeza sólo en espejos, es el tope de excentricidad. El piso del escenario era completamente blanco, y ahora sí, aparecía la bola disco que se volvería infaltable en el futuro, especialmente en «Afterlife».
El vídeo de la canción que da bienvenida al álbum es fascinantemente extraño, Win y Régine conduciendo una camioneta que lleva en su interior a “The Reflektors” (la banda falsa de la cual hablamos antes y que son ellxs mismos), un ataúd de espejos, un hombre de espejos, gente bailando en el medio del bosque… Extraño, pero con mucha estética, y eso nos encanta.

¡Y llegamos a la última era! Después de este especial/ensayo/proyecto de tesis, por fin hablaremos del último disco, más odiado que amado, lamentablemente. «Everything Now» se abrió paso por allá a mediados del 2017, a través de avisos publicitarios falsos y anagramas en tuits. La portada es una instalación del artista francés JR, un cartel con la imagen de una montaña, ubicada estratégicamente para que calce con la montaña real que está atrás, el mismo cartel tiene un letrero luminoso con el nombre del álbum.
Hay dos versiones del álbum, la de día y la de noche, además de versiones en 20 idiomas distintos y con distintas capturas del clima. En la versión de vinilo, se puede ver un juego de arcade en llamas en la contraportada (otro ba dum tss). Muchxs dicen que la banda se concentró más en el marketing del álbum que de crear buenas canciones en sí, aunque se podría interpretar que el álbum y su estrategia publicitaria funcionan como un todo, en donde las preguntas sobre consumismo, muerte e instantaneidad están a lo largo de todo el álbum.
Hay canciones como «Infinite Content» que puede que causen dolor en los fans acérrimos de «Funeral», pero queremos creer que es todo con un fin más grande. El show en vivo de este álbum fue otra cosa, algo que no pudimos ver en Chile, gracias a lo básico de nuestros espacios para conciertos, pero que en otros lugares del globo se volvió literalmente en un ring de combate, con pantallas gigantes sobre las cabezas de los integrantes, mientras ellxs vestían de diversos colores, pero con chaquetas, camisas y pantalones a juego, llenos además de los logos creados para cada una de las canciones.
Sin lugar a dudas, Arcade Fire es una banda a la cual le sobra creatividad. La evolución que han tenido a lo largo de los años, para algunos para bien, para otrxs para mal, no deja a nadie indiferente ysu evidencia que sus miembros no le temen a innovar. Cada álbum es una experiencia distinta, pero a la vez familiar, como cortarse el pelo o maquillarse con diversos colores. Solo podemos esperar que los canadienses nos sorprendan en su nuevo álbum, pero ya tenemos claro que nos van a impresionar.