Unknown Treasure: «Krokodil» de St. Vincent 

Desde el debut de su carrera musical allá por el 2007, St. Vincent nos ha sorprendido y deleitado con álbumes tan singulares como eclécticos. Transitando y a la vez deconstruyendo el pop con matices que van desde lo barroco hasta lo progresivo, la artista se ha consolidado como una de las figuras más relevantes dentro de la escena alternativa mundial.  Es así que, considerando el misterio y la sorpresa que han caracterizado tanto su música como su vida personal, regresamos nueve años en el tiempo para revisitar un tesoro que, en general, se ha visto relegado a las bibliotecas musicales de su fanaticada. Subiendo al máximo la ganancia y la distorsión, nos referimos al single «Krokodil» y su b-side «Grot».

El vinilo de 7” lanzado en abril de 2012 durante el Record Store Day, representa un giro en el sonido que Annie Clark (nombre detrás de St. Vincent) nos había presentado en su último álbum a la fecha, «Strange Mercy» (2011). Mientras las canciones de dicho álbum parecían flotar en una neblina de sonidos prístinos y semi farmacéuticos, los 2 temas que componen el single son de una factura inconfundiblemente pesada. La voz distorsionada de Clark, inusualmente baja en ambas mezclas, hace resaltar el maníaco e industrial ruido de guitarras y percusión metálica que hace de ambas canciones un bólido que avanza con sus luces más altas encendidas.

«Krokodil», canción principal del single, nos presenta a una Annie casi enfurecida. “Necesito morder, dulce krokodil” nos grita apenas en el primer verso del tema. Siempre ha habido una cualidad semi amenazante en la música de Clark, una especie de bonita música pop con un elemento de distorsión inquietante o subversión que tiende a evocar la sensación de una sonrisa apretada, sin embargo, aquí esa sonrisa muestra los dientes y rechina los colmillos. Entre feroces gritos y guitarras altamente distorsionadas, Annie deja todo en la cancha y nos recuerda algunos de los momentos más agresivos de Kim Gordon en Sonic Youth. Particularmente, el efecto de chorus en la voz de Clark es el que destaca su entrega vocal que parece traspasar el umbral de la locura en los sólidos dos minutos y medio de duración del tema.

Pese al título de la canción, la artista no tuvo idea de su conexión con la droga sintética hasta después de su composición. “Googleé ‘krokodil’ después de escribir la canción y me horroricé (…) No la escribí en referencia a la heroína narcoterrorista sintética que asola Rusia” contó Clark a NME, y explicó que le dio aquel título porque “sabía que mi compañero de banda lituano lo agradecería”, agregando que “la gente podía ver que no tengo conocimiento de primera mano sobre la droga. Tampoco estoy interesada en embellecer algo tan destructivo. ¡Sean advertidos los débiles de estómago, googlear ‘krokodil’ no es para los blandos de corazón!”. Del mismo modo, se refirió a su distinción entre las canciones de su álbum anterior: “Considerando la naturaleza de la canción, no me sorprende que no haya llegado a «Strange Mercy», asumiendo que la canción existía durante el tiempo de esa grabación. Nah, esta pista es demasiado dura para compartir espacio al costado de un disco con otra canción. No funciona bien con las demás. Estoy segura de eso”.

En ese mismo Record Store Day, St. Vincent hizo el debut en vivo del tema durante su presentación en Coachella, arrojándose a la audiencia en un famoso y recordado crowdsurf.

«Grot», por su parte, es la cara b del single y continúa por la línea inquietante y ruidosa de su predecesora. El significado de la palabra «Grot» es incierto, pero lo más probable es que sea una referencia a su uso como jerga británica, donde significa «algo desagradable, sucio o de mala calidad», en este caso, el poder. Su letra es reflejo de esto, pues describe al poder como un elemento o concepto impersonal e indiferente. “Al poder no le importa lo que quieras, el poder solo quiere mirar, al poder no le importa lo que necesites mientras estés de rodillas (…) el poder mata”, canta Clark acompañada de un pesado riff de guitarra, reminiscente del doom y el black metal, junto a un angelical coro de fondo que se desvanece en una coda post-rock llegado el final de la canción.

Sin duda, ambos temas son la integración perfecta de ruido y belleza. Si bien «Krokodil» no termina siendo tan devastadora o sobrecogedora, inyecta una energía inmensamente emocionante, que se combina con el mismo ruido que «Grot» monopoliza tan bien. La exuberante voz de Annie es el mejor elemento para permitir que las guitarras estrepitosas y los similares interludios rompan los versos, tan temáticamente sólidos, a la perfección. Clark canta sobre el poder, con voces potentes, sobre riffs de guitarra potentes, sobre baterías potentes, todo subrayado por algunos sintetizadores potentes. Es esta mezcla de elementos inusuales y complementarios la que hace de los casi 8 minutos de duración total, una experiencia tan devastadora como hermosa.