Gente Triste: Portishead

“Desde este momento… ¿cómo se puede sentir así de incorrecto?”. Acompañado con el relajo lacónico de un corazón latiendo a 76 bpm, que rehúsa a someterse en la penumbra de este domingo de gente triste, donde la nostalgia se queda corta y es sobrecogida por bases mántricas que se repiten de forma incesante, atrapándonos de una forma evidente y exquisita. Después de todo, no se puede escapar de lo que habita dentro de nosotros. 

Portishead, a mediados de los 90s engendra y alimenta lo que podríamos llamar la piedra angular de la revolución sonora de esta década, logrando poner en perfecto balance el soul, R&B, rock, pop, música electrónica, hip hop e incluso instrumentación característica de películas, para crear una obra sensible y universal sobre la oscuridad que esconde la tentación y el tormento, la incertidumbre y el miedo al olvido.

La banda inicia su recorrido en febrero de 1991 en Bristol, Inglaterra. Fue fundada originalmente por Beth Gibbons y Geoff Barrow, quienes se conocieron en una reunión financiada por el gobierno para gente desempleada. Cuenta la historia que de forma súbita Barrow le contó a Gibbons sobre este oscuro proyecto de música cinematográfica, Gibbons no lo dudó, aceptó de inmediato y comenzaron a trabajar. 

En el estudio, mientras grababan su primera canción «It Could Be Sweet», conocieron a Adrian Utley, quien se enamoró de la atmósfera y, a pesar de no ser un miembro oficial, coprodujo el álbum completo y tocó en 9 de las 10 canciones de su primer legendario LP «Dummy».

El trabajo de Portishead solo podría ser comparado con una especie de laberinto de paisajes reiterativos, como una secuencia de backrooms auditivos, ese lugar infinito del cual no puedes escapar. Samples de batería perfectos, bases pegajosas, guitarras que transitan entre estrepitosos alaridos y sensibles arpegios, bajos gigantes, extirpados directamente del soft jazz en un downtempo hipnótico que no permite quitar la atención de las palabras que nadie quiere decir, y que más de alguna vez has tenido en la punta de tu lengua. Beth Gibbons con una exquistiva y devastadora interpretación, simplemente perfecta, en la que se pueden palpar cada una de sus sensaciones, en cada palabra, en cada vocalización, en cada respiración, incluso en cada silencio que experimenta la cruda honestidad de su contenido lirico, esa ternura y cariño de una esperanza muerta, mientras te observa fijamente con ojos que solo permiten confesar los más íntimos secretos en el blanco y negro de un plano de secuencia sacado de una película Noir porque, en palabras de Gibbons: “Esto podría ser dulce, como un largo y olvidado sueño”.

En gran parte la belleza del trabajo de Portishead no recae solo en la interpretación o la calidad de sus sonidos, sino en la magnífica edición y producción, en cómo cada pieza auditiva es trabajada como capas con un especial cariño al lugar físico que desean evocar, tal como si fuera una especie de diálogo en un solitario salón gigante o a veces en una multitud que no se detiene por nada ni nadie. Es una incesante pregunta y respuesta entre distintos patrones sonoros, siempre acompañados del crispy de una grabación vieja, un matrimonio perfecto entre el Lo-fi y el Hi-Fi, teniendo a completa disposición estética que es lo que vendrá, ¿un silencio abrumador? ¿un momento de completa intimidad? o ¿simplemente esperar una perfecta cuenta regresiva? todo para volver a muros sonoros llenos de cuerdas y sintetizadores que trabajan en progresiones de no más de 2 o 3 acordes, vibrando en un trémolo continuo, para luego resolver en un vacío, en la oscuridad, gritando en la entrega, huyendo de la posible duda, de un “Dame una razón para amarte”.

Portishead escribe de forma brillante, poderosa, triste y calmada, himnos para películas que no existen pero que perfectamente evocan el misterio de una sensación casi impía, el sentirse equivocado, erróneo, imposible, “esclavo de las sensaciones”, prometiendo a través de un sample de Johnnie Ray que no volverá a enamorarse nunca más, mientras huyen de la prensa y de las entrevistas. Sus 3 álbumes «Dummy (1994)», «Portishead (1997)» y «Third (2008)» se han convertido en una de las bandas más influyentes y respetadas de la música en general. Simplemente es levantar una piedra y podrás encontrar un sinfín de samples o referencias a esta banda, desde el escenario más independiente hasta headliners de los billboards como Kanye, Gorillaz o Fka Twigs

Se les ha encasillado como Trip-Hop, sabiendo que no es más que una excusa para clasificar lo que no tiene sentido definir. Un trabajo fantástico, que ciertamente podemos disfrutar de su versión en vivo en un DVD llamado “Roseland NYC Live”. Un trabajo orquestal perfecto, para escuchar en la oscuridarks, mientras suplicamos al cielo por un tour mundial. Cabe mencionar que el pasado 2 de mayo (2022), Portishead se presentó en vivo por primera vez en 7 años en la Academia O2 de Bristol, un evento a beneficio de los refugiados y niños afectados por la guerra en Ucrania, lo cual nos deja con la esperanza de que eventualmente salgan nuevamente de su Hiato creativo para entregarnos una cercana muestra de esta, la capilla sixtina de la tristeza.