A 20 años de «A Fever You Can’t Sweat Out» de Panic! At The Disco

27-09-2025 | Reseñas

Sintetizadores, vodevil y adolescentes desesperados por atención

“Ladies and gentlemen, we proudly present a picturesque score of passing fantasy”

Con esta frase empieza el disco que creó la carrera de la icónica banda, Panic! At The Disco.

Hace más de 20 años atrás, un grupo de adolescentes que recién había formado una banda, decidió grabar un par de demos y enviárselos, sin esperanzas, pero tampoco sin nada que perder, al mismísimo Pete Wentz, bajista de Fall Out Boy, a quien contactaron a través de la entonces famosa plataforma, Live Journal. Ese fue el desinteresado principio del álbum que hoy nos convoca: «A Fever You Can’t Sweat Out», el caótico inicio de Panic! At The Disco.

Los antiguos rumores en el fandom comentan que los demos iban acompañados de un mensaje desafiante, tipo “mi banda es mejor que la tuya” y, si bien, actualmente la frase no está contenida en ningún lugar del ciberespacio, la verdad es que Pete tuvo la curiosidad de escuchar esos demos (cosa que usualmente no hacía), solo con la intención de responderle a Ryan Ross que su grupo en realidad era muy malo. Sin embargo, la historia fue muy distinta y Pete se vio en la obligación de ir a Las Vegas para conocer a esta supuesta joven promesa.

Lo que encontró, eso sí, no era nada esperanzador: la banda no tenía más canciones y nunca habían tocado en vivo. Al ser de Las Vegas y menores de edad, no podían hacer shows porque los iban a echar temprano, y la escena musical de la ciudad estaba cargada de bandas de hardcore, por lo que no había espacio para un proyecto así. Contra todo pronóstico, algo vió Wentz en ellos e insistió, ofreciéndoles un contrato discográfico y mandándoles directo a grabar su primer disco.

Los integrantes de Panic! At The Disco -para ese entonces, Brendon Urie como vocalista, Ryan como guitarrista, Spencer Smith como baterista y Brent Wilson como bajista-, terminaron a duras penas el colegio, y sin siquiera asistir a su graduación, viajaron directamente a College Park, Maryland a grabar junto a Matt Squire, quien tenía la difícil misión de guiarlos, producir y masterizar el álbum en tan solo tres semanas y media. La fecha límite era fulminante: si no entregaban el trabajo a tiempo, la banda no podría ser parte del Nintendo Fusion Tour junto a Fall Out Boy.

Sin ninguna idea de cómo grabar un álbum o tocar en vivo, llevaron alrededor de cinco canciones más o menos listas y comenzaron a trabajar. Sobre la mesa, pusieron todo sobre lo que sabían hasta el momento: su rabia adolescente, criticando a la industria musical y la religión; referencias de libros y películas que les gustaban, los conflictos familiares y un par de escenarios ficticios. Todos a través de un toque de ironía, energía y looks de vodevil, con una estética clara hacia este tipo de shows de variedades, combinando circo y teatro del siglo XX. 

Paradójicamente, aunque Panic! At The Disco no tenía ningún interés por los medios, el álbum parte con «Introduction», un sonido de estática en el intento de sintonizar una radio, donde entre medio suena la frase “ladies and gentlemen, we proudly present a picturesque score of passing fantasy”. Esto da paso a la primera canción, «The Only Difference Between Suicide and Martyrdom Is The Press Coverage».

El tema funciona como una excelente carta de presentación. La voz de Brendon nos guía como si fuese, literalmente, un narrador presentando un prólogo, llamando la atención de quien escucha para que preste atención a su mensaje; son solo jóvenes desesperados por atención que, de entrada, protestan diciendo que los actuales artistas no son lo que dicen ser.

Con un sonido estridente y enérgico, «London Beckoned Songs About Money Written By Machines», continúa con su descontento hacía la industria musical, y ahora, también dirigiéndose a los medios. La canción surge tras una conversación de la banda con Pete Wentz, quien les explica que si el álbum resulta exitoso, tendrán que dar entrevistas y promocionarlo. A lo que Brendon responde If we’re gonna do that, guess what — we’re going be your f—ing wet dream”.

La canción, casi sin pausas en la interpretación de Brendon, también quiere desafiar a la industria y a estos artistas pretenciosos, abriéndose paso a ellos mismos. Es su momento de brillar, de tomarse la escena, de aparecer en medios, pero no sin insistir en su desinterés por ellos, haciendo una pausa para dar el tiempo “just for the record, the weather today/ Is slightly sarcastic with a good chance of/ A: indifference, or B: disinterest/ In what the critics say”.

Desde esta dupla de canciones en las que descargan su descontento hacia la escena, damos paso a las primeras canciones que escribieron, al corazón del álbum, al par de temas más personales y dolorosos que develan la complicada relación de Ryan Ross con su padre alcohólico y su paso por el hospital.

«Nails For Breakfast, Tacks For Snacks» baja un poco el ritmo que llevaba anteriormente, para retratar distintas escenas crudas, como el paso a un hospicio (cuidados paliativos), y el tomar pastillas para calmar los efectos secundarios de otros medicamentos. El hecho de que, a pesar de que la otra persona (en este caso, su padre) esté lidiando con el tratamiento, también puede ser un proceso solitario y doloroso para quien cuida o acompaña.

El paso a «Camisado» funciona como una especie de continuación, ya que “esto no fue un accidente, fue una cadena terapéutica de eventos”. La escena ahora es un hospital, en la UCI, plagado de olores que hacen alusión a la muerte. El paciente se ganó su “lugar de la fama” en Unidad de Cuidados Intensivos, ya que al parecer, la situación siempre se repite.

La palabra «Camisado» hace referencia a una técnica militar que consiste en atacar al enemigo durante tiempos de descanso como la noche o el amanecer. Dicha alusión queda a interpretación de cada uno, ya que Ryan ha comentado que se trata de una canción muy personal y prefiere no dar mayores explicaciones de qué trata realmente la canción, para que cada quien pueda hacerla propia y llevarla -lamentablemente- a experiencias personales.

Esta, al ser una de sus primeras composiciones, y al estar ya disponible en plataformas como Limewire o PureVolume, había promoción incluso antes de ser publicada oficialmente. Sin embargo, cuando la llevaron al estudio, quisieron cambiar el conocido coro de “relapse, relax”, por lo que su productor casi se arranca la cabeza, llamando al sello para decirles: “¿saben cuántas personas darían lo que fueran por escribir algo tan pegajoso?”, evitando finalmente el cambio. Irónicamente, se vieron envueltos en la situación de la que hablaban en unas canciones antes: había que “enganchar» para poder vender.

Damos una pausa a la tristeza y asuntos personales para llegar al baile. Haciéndole justicia al título que lleva, «Time To Dance» es la canción más bailable, entretenida y llena de sintetizadores, que nos llevan al libro «Monstruos Invisibles» de Palahniuk. Aunque el ritmo es bailable, el escenario es extraño, y ocurre un asesinato en un matrimonio, que nos lleva al icónico “Shotgun-Wedding” de la canción.

La siguiente triada de canciones es el acierto más grande de todo el álbum. De la película «Closer», la banda saca la frase “lying is the most fun a girl can have without taking her clothes off, but it’s better if you do”, separando la oración en dos, para transformarla en dos temas, separadas por un “descanso”. En la primera parte, ocurre una infidelidad y, en la segunda, la persona traicionada busca desquitarse y superar la situación.

«Lying Is The Most Fun…» nos trae devuelta a la compleja adolescencia de Ryan, ya que su novia, tras una relación de tres años, le fue infiel. Aquí la interpela, preguntando si realmente valió la pena y si aún piensa en él cuando está sola. Casi como si fuera una sola secuencia, «Intermission» da una pequeña pausa al disco, para pasar a «But It ‘s Better If You Do», donde el traicionado busca amor en un cabaret, en un intento desesperado de dejar todo atrás.

Aunque esta seguidilla de temas funciona como una suerte de gran canción, la propuesta de dividir el álbum en dos partes surge nuevamente de su productor, quien intentaba guiarlos sin perder el norte, que era lograr un álbum en poco tiempo. El problema nace ante la exploración del sonido de la banda, ya que al no estar totalmente convencidos de hacia dónde iba el proyecto, Squire les propone que, en la primera mitad, vayan las canciones más “pop” y en la segunda, agregaran las que se acercaban más hacia donde realmente querían ir.

Esta segunda mitad del disco, aunque tiene sintetizadores, se acerca a un sonido más rock -o como afirman algunos, pop-punk-, con canciones que plantean más escenarios ficticios, alejándose un poco de las situaciones personales y haciendo más críticas, sacando un poco esa rabia adolescente que llevaban dentro.

En «I Write Sins Not Tragedies» entramos al lado más ficcional del álbum. Con un título sacado de «Shampoo Planet», libro de Douglas Coupland, la banda nos sitúa en una boda, donde nuevamente la infidelidad es protagonista y en la que, inesperadamente, la esposa es la traidora. Todos los invitados lo saben y lo transforman en un tema de conversación en el evento.

Más tarde, esta se convertiría en uno de los sencillos promocionales, la primera canción en sonar en la radio y la más conocida dentro de la discografía de Panic! At The Disco, hasta la llegada de «High Hopes». La agrupación se rehusaba a difundirse en medios, pero el sello insistió en la promoción, y fueron ellos mismos quienes eligieron el tema para llegar a la radio.

Continuando con «I Constantly Thank God For Esteban», llegamos al punto más irónico y crítico. La canción lleva por nombre una frase de un infomercial de las guitarras “Esteban”, por las cuales agradecen a Dios. Pero la canción, por su parte, es una dura crítica hacia la religión, sus falsas prédicas, sus promesas a curar a los enfermos y cómo, de nuevo, se desprecian las apariencias y pretensiones, esta vez por parte de los religiosos, que aunque pregonen, a veces ni siquiera suenan creíbles y solo buscan sacar provecho de otros.

Para cerrar el disco, «There’s a Good Reason These Tables Are Numbered Honey, You Just Haven’t Thought of It Yet» y «Build God, Then We’ll Talk» nos traen de vuelta a estas escenas ficticias. La primera, donde el narrador busca vengarse de otra persona, adulterando sus bebidas y echando nitroglicerina (elemento explosivo) a sus cigarrillos. Tal vez, la razón por la cual las mesas están numeradas, es para poder identificar a esta persona con facilidad, solo que nosotros sí pensamos en ello.

Y el broche de oro, el tema final, es el retrato de una joven que se inicia en la prostitución o, en palabras de la banda, “una increíble caricatura de la intimidad”, donde se retrata el encuentro de un abogado y una virgen, quien necesita dinero y, lamentablemente, continúa el camino de la prostitución por lo mismo. Por tanto, la canción alude a la creencia de “poder comprar el amor”.

Si bien lograron dar vida y forma a todas estas canciones, bajo el amenazante plazo de tres semanas y media, estuvieron bastante cerca de no lograrlo. Brendon estuvo varios días sin poder cantar notas altas y su productor, quedando poco tiempo de la fecha límite, avisó al sello que era posible que no lo lograran, dado que aún no grababan todas las voces, sin contar que faltaba la masterización. Sin embargo, el mismo día, Urie mejoró su voz y Squire lo obligó a terminar lo que quedaba por grabar.

Es así como, hace exactamente 20 años, «A Fever You Can’t Sweat Out» vio la luz. Un disco lleno de sintetizadores y sonidos que recuerdan al vodevil y escenas de cabaret, muy distinto al sonido más tradicionalmente “emo” y post-hardcore que predominaba en la época. Eso, sumado a looks de traje, flores y circo, Panic! At The Disco llegaban a interrumpir todo lo conocido en ese entonces.

Los títulos de las canciones, ridículamente largos, también eran una crítica directa a la música de la época. La banda vio cómo otros grupos estaban poniendo nombres gigantes a sus temas y quisieron llevarlo a un límite absurdo: eran tan extensos que ni siquiera ellos los recordaban, ni los mencionaban como tal. Tomaron frases de libros, películas e incluso un infomercial. A veces, ni siquiera lo hacían porque tuvieran sentido con lo que estaban hablando en sus canciones, era por el simple hecho de que les sonaba bien y buscaban burlarse de lo que se estaba haciendo, transformándolos en chistes internos.

De saltarse su graduación, a encerrarse en un estudio, pasaron a irse de gira en una van. Habían llegado a la tierra prometida e iban a ser parte de The Nintendo Fusion Tour junto a The Starting Line, Motion City Soundtrack y Boys Night Out y Fall Out Boy (quienes recién habían lanzado «From Under The Cork Tree»). Y como si todo lo anterior no hubiera sido lo suficientemente rápido, la primera fecha de la gira fue al día siguiente del lanzamiento, un 28 de septiembre en Detroit. 

Al ser tan jóvenes y nunca haber tocado en vivo antes de grabar el disco, esta era su primera vez en los escenarios y tuvieron que afrontar la realidad: aunque habían logrado hacer el álbum, no pensaron en cómo tocarlo en vivo, y aunque eso les dio libertad creativa, sin pensar en las limitaciones de cómo iban a interpretar algunas partes, fue un arma de doble filo.

Panic! At The Disco poco había pensado en los conciertos desde la música, lo veían más bien desde lo estético. Inspirados en la banda, Louis XIV, el vodevil y la vestimenta victoriana, decidieron usar trajes. Pete incluso comentó que se sorprendió la primera vez que los vio vestidos así, porque pasaron de ropas casuales a comprometerse con la formalidad. Sin importar el calor que hubiese, ellos iban siempre de traje, lo que se transformó pronto en su sello.

Mientras tanto, el álbum fue un éxito en ventas. Tanto así, que solo los padres de Brendon lograron comprar el primer día, ya que fueron temprano. Fue el mismo día por la mañana que el álbum se agotó en distintas tiendas, las cuales se vieron en la obligación de llamar prontamente al sello para pedir más copias, ya que más gente llegaba en búsqueda del disco.

La rapidez con la que se dieron las cosas, la temprana sobreexposición y la presión, dieron vida a este disco debut, que reúne y revuelve lo que conocían hasta ese momento. Tomaron todo aquello a lo que pertenecían, odiaban y criticaban: todas sus experiencias personales, todo lo que estaban aprendiendo sobre el funcionamiento de la industria musical y todo lo que les gustaba, incluyendo de sobremanera sus películas y libros favoritos.

Panic! At The Disco toma todo lo anterior, lo desordena y lo ordena, una y otra vez, ante las dudas y la crisis, para llegar al producto final. En palabras de Brendon, no tuvieron tiempo de hacer muchísimas canciones y elegir las mejores, como muchos otros artistas usualmente hacen. Tenían que hacer los mejores temas de su vida y pusieron todo su corazón y disposición en ello.

En palabras de Spencer, tenían que hacer una obra maestra. Y así lo hicieron. 

Una obra maestra a veces no se define solo por la obra en sí, sino por el impacto que causa y todo lo que viene después. Panic! At The Disco logró construir su nombre desde lo que eran ellos mismos, desde lo que ellos querían mostrar, incluso protestando cómo se promocionaba el álbum. Aunque estaban bajo la presión de la industria, nunca “se vendieron” a costa del éxito, y fue esa misma autenticidad la que los llevó al punto más alto.

Aunque fueron criticados y poco comprendidos, ya que mucha gente los etiquetaba de “emo”, incluso costándole una nota de 1.5 en la reseña de Pitchfork, Panic! At The Disco fue mucho más que eso y abrió la puerta a expandir una escena sonoramente más asociada al post-hardcore y pop-punk, así como con una visualidad que hizo de sus vestimentas y estilos circenses un sello característico.

Hasta la fecha, «A Fever You Can’t Sweat Out», sigue siendo el favorito de los fans, la piedra angular, el inicio de todo. La máxima enseñanza de nunca dejar de ser nosotros mismos y de cómo, a veces, hay que tomar riesgos, ya que en ocasiones no hay nada que perder. Gracias, Panic! At The Disco por esta obra maestra hecha en tres semanas y media. Sus corazones adolescentes vivirán inmortalizados para siempre, en nuestro show de circo favorito. 

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