
«Puberty 2» de Mitski
Sin darnos cuenta, la primera semana de octubre ha llegado a su fin, y hoy, en este nuevo domingo de gente triste, nos tomamos una pausa para hablar de un álbum que, en los últimos años, ha destacado por sus metáforas, su sonido único y, sobre todo, por llegar directamente a lo más profundo de nuestro corazón. Nos referimos a «Puberty 2», de la cantautora Mitski.
Publicado en 2016, y siendo el cuarto álbum de la cantante japonesa-estadounidense, «Puberty 2» nos abre por completo el corazón de Mitski, haciéndonos parte de su historia, mostrándonos sus cicatrices y, especialmente, sus miedos. A lo largo de sus once canciones, la artista nos invita a un viaje sin retorno hacia su manera de enfrentar la vida adulta. Reflejando lo oscuro, complejo y solitario que puede ser crecer, y cómo, de alguna manera, nunca superamos del todo la llamada pubertad.
Considerado un álbum profundamente introspectivo, «Puberty 2» aborda temáticas como la depresión, la ansiedad y lo abrumador que puede resultar convivir con la melancolía. Es un espacio de reflexión sobre lo que significa ser adulte, con todos los matices que ello implica. Un álbum que golpea con fuerza a todes aquelles que se detienen a escucharlo de verdad.
Repleto de momentos inolvidables, el disco nos envuelve con una colección de canciones que transitan entre dos atmósferas claramente diferenciadas. Por un lado, encontramos piezas tranquilas e íntimas como «A Burning Hill» y «Once More to See You», baladas que abordan el sentimiento de insuficiencia y lo desgarrador del amor romántico.
Por otro lado, el álbum explota con canciones como «Your Best American Girl», que retrata el conflicto de intentar formar una relación siendo plenamente consciente de las diferencias culturales e identitarias que separan a sus protagonistas. Esta última se convertiría en el sencillo principal del disco y, más tarde, en 2021, en uno de los temas que consolidarían la popularidad de Mitski a nivel mundial.
Sin embargo, el tema que quedaría grabado en la memoria colectiva de esta era es, sin duda, «I Bet on Losing Dogs», una balada que retrata la dolorosa costumbre de aferrarse a amores que ya están condenados. En ella, Mitski anhela una conexión auténtica e íntima con alguien que claramente no puede ofrecérsela. A través de metáforas, expresa cómo se ha acostumbrado a entregarse a relaciones que sabe que terminarán mal, pero en las que insiste, quizás por necesidad o esperanza.
Tras esta balada, el disco cambia drásticamente de tono. Comienza una segunda etapa mucho más densa, enfocada en la sensación de inferioridad frente al mundo moderno y la presión constante que implica simplemente existir. Canciones como «My Body’s Made of Crushed Little Stars» canalizan este agobio: aquí, la expectativa choca brutalmente con la realidad y el incumplimiento de los propios deseos. Todo esto se expresa a través de un sonido saturado, crudo, dominado por una guitarra solitaria que, al igual que Mitski, busca desesperadamente el equilibrio.
Este giro marca una nueva fase en el álbum, cargada de sentimientos como la desesperanza y la necesidad de encontrar un lugar en el mundo, mientras persiste un grito de ayuda frente a una lucha silenciosa entre la autoaceptación y el reconocimiento de la propia identidad.
Es precisamente esta ambigüedad sonora, la crudeza de sus letras y la honestidad emocional lo que llevó a Mitski a consolidarse como una figura relevante dentro de la industria musical. «Puberty 2» muestra, sin filtros, lo frágil que puede ser el ser humano. Al regalarnos un pedazo de su alma, Mitski logra que muchas de sus vivencias resulten imposibles de ignorar, permitiéndonos sentirnos apreciades, comprendides y, en cierto modo, abrazades por su música. Así, le da un espacio a la fragilidad y la valida como parte esencial de nuestro crecimiento, haciéndonos entender que el crecer puede ser doloroso y complejo, pero que allá afuera hay alguien que también se ha sentido de la misma manera.