«Lost In Translation»

12-06-2025 | Jueves de Cine

Si nos llenamos de emociones aquellas veces en las que nos encanta una película, ese sentimiento se vuelve aún más vivaz cuando las canciones que acompañan a tales obras, resuenan tanto o más en nuestros corazones.

En el caso de Sofia Coppola es muy sabido que la selección musical con la que suele acompañar sus cintas es tan amplia como exhuberante. Sea la sutileza encantadora de «Las Vírgenes Suicidas» o la más reciente inmersión en los clásicos románticos «Priscilla», su dirección siempre acierta en este aspecto. En este Jueves de Cine recorremos las intensas notas de rock nostálgico y de vibrante melancolía juvenil que consolidaron a «Lost In Translation» como un clásico romántico de momentos sensibles y canciones memorables.

Las crisis existenciales nos atormentan una tras otra en momentos cruciales de nuestras vidas. Sean nuestras propias expectativas en nuestro futuro, o los vaivenes del amor romántico, los sentimientos avanzan con nosotros con una intensidad incontrolable.

Tan complejo como el amor mismo, son sus fronteras; el desvelo que llega cuando se quiebra y ese doloroso dilema que confronta a la eternidad con nuestro fugaz paso por este mundo, las noches que nos devoran una tras otra, con la inquietante interrogante de nuestro futuro, nuestro legado. En 2003 la directora y guionista estadounidense Sofia Coppola avanzaba hacia uno de los escalones fundamentales en su legado cinematográfico, «Lost In Translation», un filme tan melancólico como descaradamente cómico, en el que los personajes navegan entre las interrogantes del sentir, tan desorientades como extranjeros en un país completamente desconocido.

Esta película funcionó en su momento como una proyección casi litúrgica, un testimonio del propio duelo de Coppola, pero al mismo tiempo, una celebración de la simbología artística que ella disfrutaba más en el momento. A raíz de ello podemos apreciar ambientes desolados, aún estando rodeades por el movimiento de una megalópolis como lo es Tokio, todo adornado con colores que se incrustan directamente en un sentir universal: La soledad.

Pero no estamos condenades a vivirlos en soledad, por suerte, un cálido abrazo o el ritmo de una canción nos acompañarán hasta que nuestros días se sientan mejor.

Igual de emocionalmente potente es el factor artístico que discutimos en este especialde hoy: La banda sonora de «Lost In Translation». Tan consciente como afilada en su nostalgia romántica, una compilación de pistas que ha envejecido en total compañía de la cinta, siendo un pilar céntrico en su trascendencia. Notas musicales que se adhieren a la memoria junto a las míticas escenas.

No es novedoso reconocer que, para Coppola, la selección de una banda sonora es un momento relevante en el proceso de creación de arte cinematográfico. La prueba viva de ello es el clásico que acompañó a su primera película «Las Vírgenes Suicidas», un álbum  a cargo de la banda francesa de música electrónica Air, en el que a través de un sutil recorrido de pop ambiental, lograron atrapar la aflicción de la adolescencia femenina que regía al centro de esa historia.

Para la música de «Lost In Translation», Coppola asumió un rol casi protagónico (además de incluir nuevamente a Air), extendiendo una oportunidad para su propia playlist en la misión de emular su inquietud pasional. De tal forma conformó, junto al músico y compositor Brian Reitzell, una selección de pistas diversas en su tendencia melódica, pero con un encanto lúgubre en común.

Si bien la banda sonora completa es un agasajo para les fans del rock alternativo y todas sus ramificaciones, hay momentos que simplemente trascendieron junto al impacto visual de la película.

Ejemplo de ello, es la elección de una de las pistas más emblemáticas del shoegaze no entero de My Bloody Valentine y su borroso, pero desgarrador desvelo. «Sometimes» del icónico álbum «Loveless» ocupa apenas algunos segundos en la pantalla, pero intensifica la desolación del personaje de Scarlet Johansson, Charlotte, una mujer desilusionada que enfrenta la crisis de los 30.

Y si acaso la fascinación de Coppola por dicha banda irlandesa no fuese notoria, la adición de, no una, sino 4 pistas inéditas de su guitarrista y vocalista Kevin Shields, lo intensifica. Tales canciones representaron su primer lanzamiento oficial en bastantes años y concluyeron en un deleite, no solo para los seguidores de la cineasta estadounidense, sino también para los oyentes acérrimos de My Bloody Valentine.

El efecto desconsolado del shoegaze no acaba ahí. De hecho, la cinta cierra aumentando suavemente el volumen de «Just Like Honey», canción con la que abre el álbum «Pyschocandy» de la banda escocesa The Jesus and Mary Chain, quienes son precursores notables de la gloria de esta corriente de rock alternativo.

Esta canción es una profunda y sensual declaración de sumisión y entrega, lo que genera un contraste excéntrico con su complemento instrumental, que es totalmente melancólico. «Just Like Honey» además de ser una de las clásicas populares de la banda, es una captura instantánea de su gloria, que traspasa con una belleza sublime la última escena en la película.

Probablemente, esas semblanzas melódicas sean las más cercanas al quiebre emocional que se desarrolla en «Perdidos en Tokio» (como fue nombrada la cinta en español). La banda sonora no pierde la oportunidad de desplegar momentos radicalmente distintos y uno de los ejemplos más notables es la canción «Too Young» de la banda francesa Phoenix, cuyo trabajo transita entre influencias de new wave y sintetizadores joviales.

La celebración de la juventud es otro momento crucial de la cinta, tanto que aquella escena en que ambos protagonistas, Charlotte y Bob (Bill Murray), comparten en el karaoke es de los visuales más reconocibles de la película, sea por la icónica peluca rosa que utiliza Johansson, o por el sublime reencuentro de Bob con su juventud y su libertad al cantar en medio de un grupo de desconocidos, mientras percibe una posibilidad arriesgada para su corazón, el mismo que ha sobrevivido más de 50 años y ahora lucha contra el gris de la monotonía.

La canción que canta Bob en dicha escena es «(What’s So Funny ‘Bout) Peace, Love and Understanding» del músico británico de pop rock Elvis Costello, una interpretación bastante enérgica, pero que esconde en sus letras un sentimiento de resignación y reflexión ante la dualidad emocional de la existencia. La esencia de la canción conecta perfectamente con el estado emocional tan disperso del protagonista: «Mientras camino a través del mundo embrujado, buscando luz en la oscuridad de la locura, me pregunto ¿está toda la esperanza perdida?, ¿acaso hay solo dolor y odio y miseria?”.

En la misma escena, Charlotte interpreta una pista con una vibra íntegramente distinta. Un flirteo contundente, pero también, una sigilosa aceptación de autenticidad, algo que le costaba trabajo reconocer, dado que se definía a través de los ojos de otras personas: «Te voy a hacer notar, no hay nadie como yo, soy especial, soy especial» letra de «Brass In Pocket» del grupo británico de la vocalista Chrissie Hynde, The Pretenders.

El mundo de «Lost In Translation» está empapado de corazonadas sobre las relaciones personales, ni siquiera sería justo encasillar la cinta como un discurso absolutamente romántico, porque la introspección de la insatisfacción personal del personaje de Charlotte posee muchos más matices que el de su fría y ajena relación romántica.

Mientras que, para Bob, la monotonía es distinta, él ya tiene una vida conformada y estable. El tiempo ha pasado y ahora la misma seguridad de su trabajo le parece no solo innecesariamente exigente, sino también, totalmente tediosa, al grado de que su propio matrimonio se ha atado a dicha rutina.

Y son esas particularidades de los distintos mundos de ambos lo que hace a la cinta tan emocionalmente profunda. Incluso cuando pareciera que el movimiento en la pantalla es intransigente, el cruce emocional de dos personajes con tantas interrogantes sobre el sentido de la vida y el comportamiento vertiginoso del amor romántico son lo que convierte a la película en un despunte doloroso y reflexivo.

Su guion se hizo acreedor del premio a Mejor Guion Original en los premios Oscar de 2004. Su chispa reside en el entendimiento del vacío emocional universal que puede llegar en distintas estancias de nuestras vidas, pero también, es una celebración de la autenticidad de los instantes valiosos que atraviesan la cotidianidad con fulgor, recordándonos la intensidad de nuestra capacidad de sentir.

La manera en que la banda sonora condensa ese sentir a través de música de distintos nichos del pop francés y el rock alternativo, es clave en su inmortalidad. Una fusión de melancolía y alegría, resignación agridulce y coqueteo, todo encapsulado en canciones interpretadas por algunos de los representantes más importantes de sus escenas, elevándose como un soundtrack clásico.

La historia detrás de «Lost In Translation» es la de una mujer enfrentando un rompimiento importante en su vida, cuya vulnerabilidad es capturada en arte que puede cautivar. Ese es un rasgo muy reconocible en la filmografía de Sofia Coppola.

Sin embargo, la intención de esta nota es reconocerle, además, su casi involuntaria habilidad de construir, en la compañía correcta, una playlist perfecta para proyectar sensibilidad que trasciende generaciones y que se ha clavado en los corazones de quienes encuentran alivio en la calidez del arte, tanto cinematográfico como musical. Especialmente quienes ven cada película como una oportunidad dorada de extender su conocimiento y colección musical.

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