
A 50 años del golpe: La música como símbolo de resistencia
50 años han pasado desde que el golpe cívico militar interrumpió la historia de nuestro país, dando paso a 17 años de dictadura que afectaría irremediablemente la vida de muches. Con múltiples y reiteradas violaciones a los derechos humanos, la dictadura arrasó con la libre expresión, afectando directamente a la cultura y las políticas públicas que se estaban construyendo en Chile.
El exilio, la prisión, tortura y desaparición, eran penas constantes que se reflejaban por parte de las policías, quienes tenían ordenes claras de extinguir todo aquello que era diferente o que consideraran una amenaza a su ideal, creando miedo e inseguridad en las calles desiertas resguardadas por militares y un toque de queda que no podía ser ignorado.
Es en este contexto que el arte nacional vive una de las épocas más oscuras en su historia. Figuras como la de Victor Jara y Jorge Peña, eran símbolos de las atrocidades provenientes del encarcelamiento, tortura y posterior asesinato.
También Isabel Allende y Patricio Manns, quienes debieron escapar del país por su seguridad, o agrupaciones como Inti-Illimani y Quilapayún, a quienes se les prohibió volver al país. La verdad era evidente, el arte era un elemento clave en las luchas sociales y eso el régimen lo sabía. Cantos, poemas, libros, instrumentos, entre otros, fueron destruídos pensando en poner fin al movimiento.
Los siguientes años no fueron fáciles. Militantes, familiares de detenides/ desparecides y la juventud no se darían por vencides ante la opresión, luchando constantemente por sus derechos y por los de su pueblo. La música se volvió un acto revolucionario y rebelde. El sonido de Los Jaivas, Illapu y muches otres se tomaban puntos del país, marcando presencia de que no se había renunciado a la libertad. La «cueca sola», creada por la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos, comenzaba a sonar en forma de resistencia y el ambiente en el país se volvió cada vez más fino.
Ya para la década de los 80, Los Prisioneros llegaban en un momento crítico de la política nacional, dando voz a una nueva generación que estaba harta de vivir entre las sombras, y retratando en «La voz de los 80» : “mira nuestra juventud, que alegría más triste y falsa”; dejando ver que a pesar de los intentos, nunca podrán apagar el sonido de una guitarra.
Ya con la llegada de los 90, el triunfo del No resonaba en todos los rincones del país. La dictadura por fin había terminado, pero aún no se tenía justicia. Muchas eran las vidas que habían sido arrebatadas y/o desaparecidas sin dejar rastro, mientras que sus autores seguían en libertad como si nada. Miles de artistas y personas de todo el país volvían del exilio. La democracia se comenzaba a restaurar y los ojos del mundo estaban puestos en Chile y en su búsqueda de respuestas.
Fue así como en 1990 se produjo «Desde Chile… Un abrazo a la esperanza». Dos conciertos benéficos por Amnistía Internacional realizados en el Estadio Nacional, ex centro de tortura, en conmemoración a la vuelta a la democracia y en forma de apoyo a todas las víctimas de la dictadura de Pinochet. Estos conciertos contaron con la participación de artistas internacionales como Sinéad O’Connor, New Kids on the Block, Sting y Ruben Blades, junto a nacionales como Inti-Illimani y Congreso. El cierre estuvo de la mano de la interpretación de «They Dance Alone» de Sting junto a miembros de la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos, una canción inspirada en la cueca sola, mostrando el impacto que había tenido internacionalmente.
Al día de hoy, muchas familias aún no tienen respuesta acerca de dónde se encuentran sus familiares. Muchos crímenes aún no tienen justicia y muches responsables siguen sin recibir la pena justa. Aún así, no se han rendido, siguen de pie, luchando cómo el primer día. Las mismas canciones que fueron motivo de encarcelamiento hace 50 años, al día de hoy son himnos de lucha y resistencia, mismas que se han visto reflejadas en nuevas luchas sociales contra la falta de justicia en Chile. El arte y la música fueron relevantes para la lucha de la vuelta a la democracia. Nos hacen recordar y conmemorar aquellos días oscuros, para que nunca más en Chile se vivan situaciones parecidas, en donde la opresión y el terror se apoderan de las población. Y aunque algunas personas intenten negarlo, el arte es resistencia, es poder y es esperanza. Ni perdón ni olvido, exigimos verdad y justicia por aquellas letras que no podrán ser leídas, por esos cantos que ya no podrán ser escuchados, por esos abrazos que ya no podrán ser entregados y por esos aplausos que no resonarán en ningún espacio. Nunca más.