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«La sustancia»
Advertencia de contenido: Este especial contiene referencias a temas sensibles y violencia gráfica, así como spoilers de la trama de la película en cuestión.
Sí puede afirmarse que el verano fue de Charli xcx y su «Brat», entonces resulta claro que el otoño está siendo para la película «La Sustancia» de la directora francesa Coralie Fargeat, que es uno de los instantes más inesperados en la cultura pop de 2024, no solo por el drástico contraste con otras historias que recién han alcanzado las conversaciones virtuales a tal magnitud, sino porque también, se ha establecido como uno de los momentos más emblemáticos del cine de horror en los últimos años.
En este Jueves de cine, indagamos en cada uno de estos aspectos para comprender el brutal e instantáneo impacto de esta película de horror corporal que desde ya se proyecta como un clásico generacional.
Escenas grotescas que inducen al espectador a un estado de emoción intensa, incomodidad y desagrado, mientras desenvuelven una narrativa intrigante y por instantes, crítica; actuaciones excelentes, colores saturados y también, una propuesta musical vibrante y en directa sincronía con el lenguaje melódico del pop contemporáneo; son a grandes rasgos, los elementos que conforman la iconicidad detrás de la película.
Pero a profundidad, representa incluso más que eso; para muchos espectadores está apuntando directamente a una inseguridad silenciosa: nuestra autoestima contra el inminente paso del tiempo.
«La Sustancia» es un hito cultural, y esto es gracias a la sencillez de su narrativa que indaga en un sentir colectivo profundo, que abarca desde las grandes estrellas, hasta las juventudes en internet; así como la consciencia respecto a varios de los símbolos contemporáneos en la cultura pop: una lente descaradamente sensual y profundamente emotiva de la feminidad, una exploración hacia los viscerales límites del cine de horror y por supuesto, una celebración de las pistas de baile en los clubes nocturnos.
El horror corporal es una de las direcciones clave de esta película, las posibilidades más grotescas en la transformación del cuerpo humano. En tanto, es imposible negar que este subgénero ha establecido clásicos esenciales en las memorias del cine de terror, en tal caso, una de las cintas que vale la pena mencionar en órbitas de «La Sustancia» es «Braindead: tu madre se ha comido a mi perro» de 1992.
La cuarta película dirigida por el estadounidense Peter Jackson (quien después dirigiría las exitosas cintas de la trilogía de «El Señor de los Anillos»), y cinta que sirve de ejemplo representativo en la intención de querer generar algo más que morbo, a través de una pretensión visual completamente descabellada. Coralie Fargeat parece inspirarse y referenciar a ese horror tan extravagante y consciente, que encuentra el equilibrio entre las fantasías más extremas y los límites de la factibilidad técnica.
El disparo directo a la nostalgia no es un accidente y el aspecto visual de la película no se limita al expresar su amor por los clásicos del cine de terror, para crear sus propias referencias. Sea a través de elecciones en la escenografía que replican recuerdos de «El Resplandor» (1980) de Stanley Kubrick o de «Carrie» (1976) de Brian De Palma; paralelismos visuales directos con la legendaria «Psicosis» (1960) de Alfred Hitchcock, así como una exploración de las viscerales e inimaginables transformaciones del cuerpo humano en sincronía con «La Mosca» (1986) de David Cronenberg.
El aspecto referencial de la cinta es profundo y estudiado, por ello, sorprende que no se comente con igual fervor la declaración que establece una en torno a la importancia del acompañamiento musical en sus escenas, lo que resulta interesante porque, aunque no hay demasiada música a lo largo de la película, aquella que puede encontrarse resulta clave en su magnético impacto.
Posiblemente el ejemplo principal de ello es una de las canciones principales «Pump It Up» que ahora se encuentra en repetición constante en las plataformas de videos cortos, quedando completamente conectada a los momentos de sensualidad máxima del personaje de la actriz Margaret Qualley “Sue”, y que es una introducción completa para las nuevas generaciones a un clásico esencial en la escena de la música dance.
Su lanzamiento original se remonta hasta el año 2004, en Bélgica cuando el músico Denzel de house y techno alcanzaba puntos altos en las listas con su sencillo «Pump It Up!», lo que se convirtió en uno de sus trabajos más conocidos y un clásico en los clubes, al grado que, años más tarde intentaría representar a su país en la emblemática competencia de canciones en Europa, Eurovisión.
No obstante, la versión de la canción que escuchamos junto a la rutina de aerobics de Sue es distinta, en este caso es un remix a cargo del DJ británico Endor, quien además es un nombre importante en la escena underground de canciones de club y electrónica en su país, y que consolidó un importante estatus tras el lanzamiento de este remix en el año 2019.
La selección de música electrónica de los clubes nocturnos parece ser todo, menos incidental. En la actualidad ciertos nichos de la vasta comunidad musical se encuentran celebrando esos vibrantes reventones de los años 90 y dichas melodías alcanzan nuevos significados en propuestas reconocibles como el «Brat» de Charli xcx que combina su propuesta artística con esa memoria rítmica o inclusive el acercamiento más experimental de FKA Twigs en la presentación de su próximo trabajo discográfico «EUSEXUA».
Celebrar en el club junto a las disidencias, es una de las cúspides conceptuales de la música en 2024, y esto se expresa a través del cine también. Basta con recordar otra de las películas más aclamadas del año «Challengers» del director Luca Guadagnino, en la que la banda sonora estuvo cargo del dúo musical Trent Reznor & Atticus Ross, quienes incrustaron la vibra de un club nocturno vibrante y descontrolado en la musicalización que acompaña sus escenas más épicas y reconocibles.
Esta particularidad casi discreta se replica igualmente en «La Sustancia», sin ser una decisión posiblemente consciente, dados los periodos de grabación tan desfasados con el auge de la nostalgia club en la cultura pop. Pero que consolida un acierto magistral en la banda sonora a cargo del compositor y productor británico Raffertie.
Dicha vibra se puede apreciar en su máxima magnitud en la canción principal de la cinta «The Substance» que acompañó al trailer de la película y que funciona además, como parte del marketing del producto en su universo narrativo. Dicha canción es una rítmica composición de música electrónica cargada de momentos disonantes y rígidos que encapsula la esencia desconcertante e inquietante del filme.
Pero es inminente reconocer que, quienes construyen la inmediata iconicidad visual de la película son las protagonistas, Demi Moore con su magistral actuación en el papel de “Elizabeth Sparkle” quien en su icónica escena frente al espejo proyecta radicalmente el sentir de dismorfia corporal; y la igualmente notable Margaret Qualley en el sensual y vibrante papel de “Sue”.
A partir de ello, se iniciaron importantes conversaciones sobre el posible trasfondo misógino detrás del desenlace confrontativo entre ambas versiones de la protagonista. Sin embargo, la cruda y violenta escena que introduce el caótico final de la cinta, incrusta también en nuestra mente uno de los diálogos más dolorosos en todo el recorrido “te necesito, porque me odio hasta los huesos” y es cuando el quiebre es inminente y la intención es completamente transparente.
Está es una película sobre una chica en guerra consigo misma, con su propia mente, con sus inseguridades. Su batalla contra el deseo de ser amada, deseada y validada. La película, no sólo crítica a los estándares tóxicos e irreales de la industria del entretenimiento, sino que también, advierte sobre el peligroso, idealista y deshumanizante camino que implica alcanzarlos, los procedimientos estéticos extremos. La cartera renuncia a la esencia propia, a costa del brillo efímero.
Por último, el revuelo intenso que ha generado la película nos lleva a cuestionarnos por un momento: ¿Quiénes son los iconos de la Generación Z?
En gran medida, se ha establecido un nicho concreto en esa categoría para las mujeres que atraviesan narrativas extremas en el cine de terror, pero que al mismo tiempo, proyectan emociones conocidas, miedos comunes y experiencias colectivas.
Basta con pensar en el reciente impacto de personajes como Pearl de Mia Goth o Dani de Florence Pugh en «Midsommar» (2019), quienes en muy distinta medida, exploran la complejidad de la sensibilidad femenina a través de historias radicales y aterradoras, pero que se incrustan inmediatamente en las reflexiones de los espectadores.
Es tal el caso de Elizabeth Sparkle quien se destruye completamente en el afán de la belleza física. De Sue, la versión más joven de Elizabeth y quien se convierte en un icono hipersexualizado de la feminidad, pero en una plataforma que expresa consciencia del idealismo y consumo masculino violento de dicha existencia.
Pero también, es Mounstro Elisasue, la fatídica etapa final de la protagonista y probablemente el monstruo que más empatía ha generado en el cine de terror en los últimos años, quien después de haber corrompido todas las posibilidades físicas ante el deseo de complacer las expectativas, aún expresaba humanidad y quiebre mientras soportaba el máximo rechazo posible, anhelando todavía ser hermosa, usar pendientes brillantes y peinar su cabello. “sigo siendo yo, Elizabeth, Sue” exclamaba mientras su mayor sueño desaparecía, entre litros y litros de sangre.
“¿Alguna vez has soñado con una mejor versión de ti?”
Muy probablemente muchas personas responderán que sí. Pero la interrogante en «La Sustancia» viene acompañada de una reflexión muy concisa y sencilla respecto a las motivaciones detrás de un anhelo tan complejo como ese. Y al mismo tiempo, se aprovecha de cada una de las oportunidades que tiene de convertirse en un estridente vestigio cultural para una generación que posee actualmente, cada vez más claridad y consciencia sobre sus iconos visuales y musicales.