
«Valentine» de Snail Mail
En este último domingo triste de junio, y para despedirnos del mes del orgullo con un lagrimón de catarsis, nos sumergimos en la melancolía, los anhelos y el desamor de Lindsay Jordan, mejor conocida por su proyecto Snail Mail, específicamente en su segundo álbum de estudio «Valentine».
La artista cuenta entre sus influencias a Fionna Apple, Sufjan Stevens y Cat power, por nombrar algunos, y sus aportes se dejan notar, tanto en sus letras honestas y emotivas como en el sonido de indie rock en todas sus variantes. Un momento crucial en su historia fue presenciar, a los 8 años, un show de la gira «Riot!» de Paramore, y tan cautivada quedó con la experiencia que la inspiró a formar su propia banda.
Es tarea difícil dar continuidad a un álbum tan aclamado como lo fué su álbum debut «Lush», pero acá con aún más honestidad y un afán por intentar nuevos estilos, «Valentine» nos atrapa con el poder de la empatía, porque trata temas universales del desamor con los que es imposible (o muy muy difícil) no sentirse identificade.
Y por supuesto que vinimos a hablar de gente triste y este álbum nos entrega tristeza por montones, el significado de la fama, su paso por rehabilitación y, sin falta, el desamor son los temas principales de este álbum, que a diferencia del primero, se siente más maduro, enfocado en crecer y aprender de las situaciones difíciles, viendo los problemas desde varias perspectivas y aprendiendo a dejar ir.
Por ejemplo, en «Headlock» nos habla sobre una ex que siguió adelante quizás demasiado fácilmente y comenzó una nueva relación, mientras que Jordan se siente aún aferrada a la posibilidad de tenerla de vuelta, perdiéndose a ella misma en esa relación fallida, con intentos desesperados incluso de encontrarla después de la muerte, todo esto acompañado de sonidos suaves de cuerdas y percusiones, que se tornan celestiales en ciertos momentos. Para Lindsay, no hay signo más grande de crecimiento y recuperación que haber pasado por momentos tan oscuros como los que pasó, salir del otro lado y luego escribir sobre eso.
En «Ben Franklin» se refiere al tiempo que estuvo en rehabilitación debido a su abuso del alcohol y un montón de circunstancias enraizadas en haberse vuelto famosa tan joven. Se cuestiona la honestidad de su ex pareja por las promesas que le hizo que jamás cuplió, se refiere a sus propios problemas de adicción, tanto al alcohol como a esta relación algo tóxica.
«Light Blue» es una canción de amor que escribió a los 19 a su novia de entonces y chorrea intensidad emocional, con una certeza de amor injustificada que solo se puede tener en la juventud más inocente, unas ganas incontenibles de pasar todo tu tiempo con esa persona y de hacer de su vida lo más bonita posible, con una preciosa melodía de guitarra acústica que la acompaña. Entonces promete cambiar sus noches más oscuras por el más claro de los azules, interpretado como los cielos más despejados y las menores tristezas posibles.
En «Forever (Sailing)» samplea la canción «You and I» de Madleen Kane, y muestra su obsesión por esta relación que terminó, negándose a dejar de intentarlo, comparando a su relación como un barco que no para de zarpar, sin importar la destrucción que dejan detrás. Acá se acompaña con sintetizadores y sonidos propios de hit de los 80s. Luego, en un aire más reflexivo, toma los restos del naufragio de su relación como una prueba de que lo que vivieron fué real e importante, pero hay que seguir adelante.
«Madonna» habla sobre las expectativas absurdas que a veces ponemos en otra persona, y en la imposibilidad de que exista una relación real entre una persona y su idea de una persona. Repleta de metáforas religiosas, la cantante le rinde culto a su enamorada mirándola hacia arriba como una figura divina, arrodillada a sus pies, prometiendo seguirla siempre sin importar su propia integridad, similar a la devoción religiosa extrema, y lo problemático y tóxico que es esto.
Para cuando llegamos a «c. et al.» ya se nota el cansancio emocional y físico de luchar sin parar por una relación sin futuro ni remedio. Con una especie de resaca metafórica, Lindsay reflexiona sobre los tormentos por los que ya ha pasado y a raíz de ese terrible cansancio es que decide por fin dejar ir.
Finalmente en «Mia» llegamos al punto de la separación, con Jordan aceptándola al mismo tiempo que afirmando su amor, que no deja de existir por tener que dejar ir a la persona. Se da cuenta que seguir aferrada a esta relación significa estar estancada y que tiene que soltarla para poder crecer y dejar crecer a la otra persona también, en caminos separados, todo esto mientras sigue añorando que las cosas fueran diferentes.
La hermosa catarsis de este álbum refleja que lo eterno en estas relaciones fallidas no es el dolor sino que el amor, el amor dado y recibido que no se pierde ni se malgasta. El álbum en sí te acompaña a sentir muy profundamente y te entiende en esas situaciones, pero también te ayuda aceptar que hay que soltar y seguir adelante, y al menos te da un pequeño empujoncito.