
«Desire, I Want To Turn Into You» de Caroline Polachek
¿Y si fuese posible capturar en melodías la inefable belleza de la pasión? Un 14 de febrero, la artista estadounidense Caroline Polachek materializaba la calidez del escapismo en su segundo proyecto «Desire, I Want To Turn Into You», una colección ambiciosa y deslumbrante, en la que el amor se satura como el rojo intenso de un atardecer, tan constante en su belleza, pero que otorga un confort único cada vez que le otorgamos la oportunidad de cautivarnos.
En el impresionante y distintivo visual que ocupa su portada, Polachek avanza a rastras desde la grisácea cotidianidad y su sistemática certidumbre, hacia un oasis misterioso asentado en la sensibilidad humana, mientras canaliza a través de sus audífonos el encanto del desasosiego que atraviesa a los corazones enamorados, cediendo a la lujuria poética y enfrentando el efímero acertijo de la existencia misma.
En este lunes de icónicos, apreciamos el encanto de uno de los álbumes más destacados de art pop de los últimos años, así como su notable mérito al continuar el trazo de interacción entre la sensibilidad femenina y el arte más conmovedor, sea a través de metáforas ingeniosas, instrumentales desafiantes o una constante y críptica sensualidad, conquistando el panorama emocional de la música pop en 2023.
«Desire, I Want To Turn Into You» es un armonioso recordatorio de que es posible proyectar el alma en música. Su vigorosa dinámica vocal y una espléndidamente diversa paleta de melodías, acompañan el perspicaz comentario de Caroline Polachek en torno a la conmoción sentimental, desplazando sus inquietudes con gratitud por el espacio que ocupan en el infinito del universo.
En el esquema de grandes mentes creativas en la música pop de la década en curso, el trabajo de Polachek aparece con una apariencia esperanzadora y fulminante. Desire es apenas su segundo material discográfico pero su estruendo es la culminación de años de ambición artística. El nombre de Caroline Polachek parece haber reclamado un derecho clásico casi automático, pero en una época permeada de transiciones culturales y celebración del ingenio, su trayectoria parece apuntar siempre a la cúspide.
El encanto onírico de sus creaciones se ha curtido no en lentitud, pero sí con seguridad. Los inicios de su travesía musical como parte de la banda de synthpop Chairlift la posicionaron en una deriva oportuna. «I Belong In Your Arms» o «Amanaemonesia» son tesoros escondidos para fans empedernidos, pero también, funcionan como piezas fundamentales al proyectar la ruta que concluye en una de las colecciones musicales más importantes del pop artístico en esta década. Aquellos eran más que sólo atisbos y presagios.
Su imaginario adquiere forma a través de simbologías peculiares: sus memorias de infancia permeadas por paisajes japoneses y sus tradicionales melodías colisionaban contra la potencia estética de los espacios clásicos de Italia, en donde durante una residencia artística, se encontraría cara a cara con aquel motivo que anhelaba establecer como artefacto nuclear de su música, el misterio. «Cuando miraba por la ventana en Roma, quería que este tipo de música electrónica se sintiera tan orgánica como lo que estaba viendo”. Se preguntaba cuánto podría equilibrar el espíritu con los sintetizadores.
Su trabajo en solitario despegó con una potencia consciente y excéntrica. En su debut en solitario «Pang» de 2019 se mostraba audaz, codificando su cotidianidad. «Estamos engañando a la muerte, comprando tiempo del invierno,Y ahí está la señal, mi corazón que late tan fuerte. El gato naranja ha concluido lo que inició». Versos que van y vienen moldeando un sentir concreto en la pista «New Normal» que coexiste junto a una noción clara de la tendencia disruptiva en la escena musical en la que buscaba montar su obra.
Polachek no aspiraba a convertirse en una ninfa cibernética incursionando en las fronteras emocionales y electrónicas del hyperpop, pero de algún modo, existía un mimetismo entre su propuesta sonora y tales experimentos. En parte, ello deviene de su armoniosa química artística con el productor británico y anterior miembro del mítico sello PC Music, Danny L. Harle, junto a quien moldeó las aristas estruendosas de «Ocean Of Tears», o la introspección paranoica de «Insomnia». y quien es además, el principal colaborador en la producción de Desire.
Mientras «Pang» coqueteaba con la idea de traducir pensamientos inquietantes en bosquejos abstractos, «Desire, I Want To Turn Into You» no escatima en aproximarse a la magnitud de su nombre. En el itinerario creativo del proyecto, destaca la misión de capturar la compleja contradicción de la emoción humana, anhelando apreciar su belleza antes de siquiera pensar su disección. «Ahí estabas tú, con tu espejo, brillando el mundo sobre mí. Ahí estaba yo, con mi cazamariposas, intentando capturar tu luz».
La agudeza sentimental de Polachek se incrustó instantáneamente entre los referentes contemporáneos del pop cautivador, porque convierte su vasta colección de influencias, el diario de pensamientos existencialistas de su autora y la floreciente creatividad de sus melodías, en una pieza musical en donde la belleza, es el aspecto que reclama protagonismo a través de las escuchas.
La aventura daba inicio en 2021 con el lanzamiento del sencillo «Bunny Is a Rider», una excéntrica sátira sobre la naturaleza de la feminidad y el escapismo. Dicha canción sería celebrada como una de las mejores de su año mientras edificaba una expectativa latente por la dirección en la que el álbum podría avanzar.
En tanto, el concepto se presentaba como una intromisión directa en la psique de la artista y que pasó a tornarse incluso más autobiográfica en la pista introductoria «Welcome To My Island», una colorida advertencia personal respecto a la potencia efímera de la existencia, una invitación efectiva decorada con momentos vocales épicos.
En el universo del álbum, el sentir es el vestigio más valioso de la humanidad. Tal motivo mantiene consistentes los cuestionamientos existenciales que se convierten en fósiles brillantes en «Hopedrunk Everasking».
«Siglos pasarán, ellos encontrarán nuestros huesos, y aún así, no lo harán». El misterio finito de nuestro paso por el mundo posee una intriga que aparece justo cuando nosotres desaparecemos. Nuestra verdad se transforma en secreto ante nuestra ausencia.
Polachek rescata sus intereses filosóficos como una herramienta de certeza en otros momentos del álbum, la idea de la inmortalidad, por ejemplo, sirve como emotivo núcleo en «I Believe», pista que está dedicada a su amiga y referente SOPHIE, la legendaria artista y productora, quien falleció repentinamente en enero de 2021.
Pero, si hay un emblema central entre todo el caleidoscopio emocional que abarca este proyecto, es el sublime encanto del amor. Son varias las pistas que son atravesadas por una pluma poética que evoca la belleza de estar enamorada. En el universo que define el álbum, el amor es un tesoro tangible que se resbala entre las manos como sangre y mantequilla.
«Permíteme bucear, a través de tu rostro, hacia el más dulce tipo de dolor», una intensidad que penetra la existencia con un inesperado fervor semejante al solo de gaita que se funde en la mezcla junto a un bucle de burbujeantes sintetizadores, en «Blood And Butter».
La artista estadounidense ha ganado la mención de su nombre junto al de grandes visionarias como Björk o Fiona Apple porque, aunque persigue una elegancia genuina y personal a través de su música, la construye intentando emular la belleza inexplicable de la naturaleza y sus transiciones.
Mientras Björk definía en música el encanto de su natal Islandia, a través de intensas percusiones en su «Homogenic», Polachek expone lo cautivador de sus sentires comparándolo con el intercambio entre equilibrio y caos del ambiente natural.
Es tal el caso de la canción «Smoke», en donde la libido se intensifica con la misma incertidumbre que rodea a un volcán que anuncia una posible erupción. El deseo emerge apasionadamente, con una potencia impetuosa y cuyo control es inestable. «Eres tú, la gran respuesta esta noche, y lo estás derritiendo todo sobre mí, no te preocupes por mí, esto es únicamente humo”.
Otra característica clave en los grandes proyectos de art pop es que constituyen una autenticidad riesgosa. Lo cierto es que aquellos que trascienden históricamente, suelen atreverse a moldear mundos herméticos con una originalidad contundente. El segundo trabajo de Caroline Polachek suspira en un equilibrio plausible entre homogeneidad y matices amenazantes. Si el deseo es universal, quizá cualquier instrumento es capaz de imitarlo.
Los experimentos instrumentales conquistan el álbum de manera abrasadora, pero elegante. Polachek emula en óleos melódicos la belleza de los atardeceres europeos. En un instante, su aceptación del amor como la yuxtaposición más clara a la violencia de la vida, es adornada con guitarras flamencas confrontando a los potentes teclados en su primera colaboración con el productor Sega Bodega en «Sunset», una oda a la impertinencia del destino. «Pero chico, tu paciencia es un mágico tipo de medicina, porque cada espiral me lleva hasta tus brazos otra vez».
Resulta curioso reconocer que la conclusión de todos los cuestionamientos del álbum se conocía desde más de un año antes de su lanzamiento, cuando Polachek presentó la majestuosa «Billions» como segundo adelanto en 2022, sosteniendo una cornucopia de abundancia en la portada y expresando la expertise de su composición, navegando entre sonetos y dobles sentidos: «Oh, salado sabor, él miente como un marinero, pero ama como un pintor», mientras la poesía desplaza la energía hacia un desenlace más que inspirador.
La incansable búsqueda de un núcleo tangible en el romance finaliza con gratitud. Un coro de infantes entona al unísono: «Nunca me había sentido tan cerca de ti». Polachek no consigue transmutar en la divinidad del deseo, pero se acerca con suficiente precisión para formular un testimonio de su belleza y su encanto finito, consiguiendo descifrar los códigos de su propia alma enamorada.
En «Desire I Want To Turn Into You», la artista no dispone de un atrevimiento amateur. Como compositora, canaliza su afecto con tal maestría que incluso inventa adjetivos para explicar la severa inteligencia de su amante y el magnetismo que eso despierta en ella.
Por otro lado, como productora su trabajo es impecable, aquelles quienes se hayan cautivado desde 2013, cuando aparecía acreditada en la producción de la sensual y oscura pista «No Angel» del homónimo de Beyoncé, podrán dar cuenta de que su estilo no solo ha mantenido el ímpetu, sino que lo ha acercado a un profesionalismo memorable.
Probablemente, Desire resistirá al paso del tiempo con elegancia, su iconicidad es tan espontánea dada la naturalidad con la que se presenta. Es un encantador vestigio, ofrecido como el resultado de años de exploración personal, disección creativa de su lista de referentes, que van desde representantes del pop de culto de los años 70, artistas disruptivos del electropop contemporáneo e inclusive, sigilosos atisbos del misticismo detrás de los cantos de Kate Bush.
Puede concluirse entonces, que es ahí donde reside la fascinación que ha catapultado al álbum hacia los elogios de oyentes curiosos y críticos profesionales: su existencia como un indicio de la universalidad del sentir, así como su condición análoga al paso por el mundo que experimenta cada ser humano, la creativa ambición que motiva a cada artista, y la trascendencia apasionante que puede alcanzar cada canción.