Los Bunkers en la Quinta Vergara: Un comeback a las raíces del Chile herido

30-03-2023 | Reseñas

Reseña por Angelo Osses
Fotos por Fran Quijana

Tras una entrada levemente caótica y desorganizada, con cambios de ubicación incluidos, es que el evento de Los Bunkers en la Quinta Vergara daba su inicio. 

Siendo las 18:25, el sector más alejado del escenario ya se encontraba bordeando la mitad de su capacidad, mientras que Platea y Palco recién comenzaba a recibir a su público. Música Rock acompañaba la incesante marcha de espectadores, emocionados por ver el tan preciado comeback de la banda penquista.

Cinco minutos para las siete de la tarde, “Una canción que hice ayer” dice Eduardo para introducirnos a la octava canción. Los míticos acordes de «Los Momentos» provocan el furor total del público, quienes en su mayoría detienen todo para grabar y/o cantar esa canción única. Si bien el público mayoritariamente se veía desinteresado, en «Los Momentos» hubo un impacto en la emotividad de la gente, que se vio reflejado en el deseo que la presentación no concluyera con «Sambayé», la que finalmente dio por concluido este acto de apertura..

Al abandonar el escenario, comienza a sonar el DJ Set de Marcelo Aldunate para acompañar la espera ante el plato fuerte. «Do I Wanna Know», «Borderline», «Clint Eastwood», «Seven Nation Army» y temazos similares servían de soundtrack para la constante marea de personas que  entraba a la Quinta.

En este momento de espera se puede observar más detenidamente el escenario, ver la prueba de luces y la minimalista escenografía que acogería al quinteto: Cuatro sets de parlantes -en su mayoría rojos-, la batería cubierta de una tela negra y tres alfombras es todo lo que se puede ver. Para los más observadores, una bola disco esconde su existencia en el techo, fuera de la vista de la mayoría. Por otro lado, los típicos artículos de Merchandising de la banda, como poleras, jockeys y cintas de pelo se dejan ver de forma escasa, como recuerdo de un tiempo pasado, y es que una porción no menor del público tenía estructura familiar.

En la pantalla se crea el místico hype, mostrando todo tipo de imágenes de la banda, desde visuales promocionales del tour, todo tipo de posters y videos de su discografía, hasta la icónica presentación de Fabrizio Copano en el mismo escenario. La potencia de los altavoces comienzan a preparar el ambiente ante los inminentes ídolos que partirán en media hora más. Los temazos de rock acompañan el ingreso de más y más espectadores, mientras todas las locaciones empiezan a copar su capacidad.

El comienzo de «Solsbury Hill» no emocionó al público. Probablemente fue confundida con una canción más del DJ Set, pero la calma se instauró en los asistentes. La letra de la canción de Peter Gabriel se muestra en la pantalla. Estando traducida al español, hipnotiza al público anteriormente enojado

Las luces del escenario, que se había mantenido en penumbra desde el incio de la canción, se encienden en su máxima capacidad mientras cinco figuras enigmáticas invaden el escenario entre aplausos y eufóricos gritos.

Silencio, luces y acción. Diamantes rojos en la pantalla central, y hasta los pasillos y las escaleras están llenos de personas que observan con ojos inmensos el espectáculo. “miéntele, no le digas lo que hiciste ayer cuando me viniste a ver” corea toda la quinta, no pudiendo más de su propia emoción. El show había comenzado.

Magia en la Quinta Vergara, que recibe «Te vistes y te vas» con la misma emoción que el primer tema, mientras en el escenario se conjuga la luminaria generando efectos energéticos y visualmente bellos.

Alvaro toma el pandero y «Yo sembré mis penas de amor en tu jardín» llena de ritmo al lugar, mientras un fuego amarillo ilumina los rostros de los felices fans. 

Hits tras hits, esta primera sección de 16 temas incluyó varios de los covers a Silvio, como «Santiago de Chile», «Quién Fuera», -instantáneamente reconocida desde el primer acorde y acompañada de energéticas palmas- y la emotiva «Ángel para un final», en la que un cielo estrellado de linternas de teléfono ilumina más que cualquier foco futurista.

Pareciese que, con cada canción y melodía reconocida por los fans, se tocara un nervio, se remeciera una hebra sentimental oculta en este Chile desconectado post-pandemia. La emoción desbordante, la tristeza, la pena, la alegría y la pasión en la cara de aquellos más concentrados en la presentación se deja sentir colectivamente, generando ese sentimiento único que la música provoca.

Consciente de esto, Francisco Durán le dedicó la siguiente canción a los niños y niñas que veían por primera vez en su vida a la banda: «Una Nube cuelga sobre mí». 

El siguiente bloque se caracterizó por la introspección, revisando temazos como «Las cosas que cambié por ti» y «No necesito pensar». El nuevo tema de la banda, «Rey», grabado en el centro cultural Ex-Cárcel de Valparaíso, sintetizó a toda la quinta con su letra que demuestra la evolución tanto melódica como espiritual de la banda.

Las visuales no se quedan atrás, brillando especialmente en el fragmento de «Cura de espanto», «Deudas», «Nada es igual» y «Dulce Final», que fueron canciones versátiles y especialmente llamativas, incluyendo estética Cómic, letras bien coordinadas con la ejecución musical y efectos láser psicodélicos que nada tienen que envidiarle a Tame Impala.

Ya entrando en la mitad del show, llamaron al escenario al insigne Eduardo Gatti junto a su hijo El Manu, los cual felizmente se les unieron con guitarras eléctricas para ejecutar «Ahora que no estás», canción perfecta para que Gatti Padre se luciera recordando su época en Los Blops. Era de esperarse que el escenario explotara de euforia ante la hermosa ejecución del solo de guitarra final de la canción, que además funcionó perfecto al repetir una última vez el coro, generando así una versión de casi diez minutos del clásico tema. 

Algo muy bello en lo que hacer hincapié en este momento, es el respeto y admiración con el cual le piden a Eduardo que suba, comprendiendo su enorme trayectoria y relevancia internacional, ejemplificando una característica especial de la banda: el recoger los elementos de sus contemporáneos, valorarlos e inmortalizarlos.

Con «La velocidad de la luz» terminó el primer bloque, en el que demostraron una versatilidad que se mantuvo durante toda la presentación: tanto Francisco como Mauricio se desplazaban en el escenario con una naturalidad preciosa, mientras Álvaro mantenía el centro y la simetría, dando una imagen de unidad potente y única.

El segundo bloque estuvo marcado por instrumentos y canciones acústicas, permitiendo que los cinco estuvieran más cerca del público, que en su presencia se hizo destacar, a pesar de que sólo eran unos pasos más adelante de lo usual.

Manteniendo su línea de respeto y honra musical, performan «Pequeña Serenata Diurna» y «La exiliada del Sur», rememorando las raíces que formaron nuestros recuerdos de niñez, recogiendo aquella infancia y esos momentos únicos que marcan la vida. Siguiendo con esa misma línea, «El Detenido», «Fantasías animadas de ayer y hoy» y «Pobre Corazón» también nos transportaron a sus comienzos, hace ya dos décadas atrás. 

Y claro, los recuerdos dan paso a la sentimentalidad más profunda del ser humano, que en el show se tradujo en el fragmento más emotivo de toda la velada: «Si estás pensando mal de mí», «Nada nuevo bajo el sol», «Canción para mañana», «No me Hables de Sufrir», «Bailando Solo» y «Ven aquí», momento en el que aquellos y aquellas fans acérrimos rompieron en llanto o estaban en un estado de felicidad melancólica, mientras todos los demás movían los brazos haciendo una ola naciente en un mar en calma. 

La bola disco, escondida durante más de tres horas, se lució iluminando todos los rincones del mundo en un interludio precioso en «Bailando Solo», acompañado de un animado Álvaro que no dudó en bailar mientras enloquecía al público. 

Al concluir la esperada «Ven Aquí», tema insigne del tour, la banda se despidió mientras los espectadores más despistados procedían a abandonar el semicírculo de concreto. 

Después de unos eternos tres minutos, en el que la gente pedía más y más, el quinteto apareció una vez más en su formación eléctrica original, para sorprender con «Andén», que hasta el momento no había sido tocada en esta gira y sorprendió a aquellos fans que eran conscientes de la novedad que significaba.

«El Necio» fue acompañada de una visual post-apocalíptica, una marcha progresiva de máquinas humanoides contrastada con pequeños momentos de calma, representado por aves alzando el vuelo. La personalidad de Álvaro sobre el escenario sorprendió en su cercanía y conexión con el público, disfrutando en plenitud ese momento.

Para ir cerrando, los focos se centraron en Francisco, quién en solitario sintetizaba in crescendo los sonidos de «Llueve sobre la ciudad», frente a una quinta que no dudó en cantar el primer verso. El público sumado a la melodía ya mencionada, concluyeron el primer coro, para recibir en algarabía los demás instrumentos, que comenzaron entre gritos de emoción a cantar nuevamente el primer verso. 

El escenario se tiñó de rosado para recibir «Miño», con la banda entregándolo todo ante un público que esperaba este tema más que ninguno. Tanto así que por única vez las cámaras se posaron sobre los fans, que ocuparon la pantalla grande mientras los músicos acompañaban instrumentalmente durante el último coro, sirviendo así de falso final con agradecimientos y la reverencia correspondiente.

Después de esto, anunciaron inmediatamente que habría una canción más, evitando lo ocurrido en Santiago, donde realizaron un segundo Encore antes de concluir la velada con «La Era está pariendo un corazón». Para aquellos que resistieron la urgencia de irse después de «Miño», fueron recompensados con un final épico, coreado por grandes y pequeños en un apoteósico final de casi 9 minutos, recordándonos una última vez dónde estamos, mientras los instrumentos transmitían esa energía de finalización que dice “quiero que este momento bello dure un poquitito más, sólo un poquito más”

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