Hozier en Movistar Arena: La tragedia como un momento de empatía

25-05-2025 | Reseñas

Reseña por @sebaxtini
Fotografias por @andieborie (vía @dgmedios)

Este sábado 24 de mayo, pudimos vivir una experiencia inolvidable. Desde temprano, la gente se amontonaba en las puertas del Movistar Arena con stickers, impresiones y/o photocards de Hozier representado como Jesús, mostrando a fans fieles y devotos por el artista irlandés. 

La noche prometía un momento mucho más íntimo de lo que fue su primer concierto en nuestro país bajo el marco del Festival Lollapalooza, con la esperanza además, de bailar y/o sufrir con un setlist que incluyera temas eliminados en la última ocasión. Fue así que a eso de las 18 hrs., la gente empezó a entrar a la arena, la misa estaba a punto de comenzar.

Todo empezó con un pequeño cuento de hadas junto a nuestra hada del bosque favorita. La cantante nacional Karla Grunewaldt se presentó exactamente a las 19 hrs., en un repaso express por su carrera, yendo desde su primer álbum de estudio «Para Existir» (2021), su siguiente disco «CASA 8, Pt. 1» (2023), así como su última canción a la fecha «Otro Amor», la que logró motivar a un público que estaba aún tímido ante la reciente entrada al recinto. ¿Los broches de oro? la emoción de «Transparente» y el cierre de «Deseo Oculto», momentos que demostraron el cariño de la gente hacia la artista. 

Se hacen las 20 hrs. en punto, momento perfecto para cambiar de escenario. El viento en esta ocasión nos lleva a la playa con la cantautora Gigi Perez, telonera internacional de la jornada y un show muy esperado por la fanaticada. En una presentación de 30 minutos que recorrió su reciente álbum debut «At The Beach, In Every Life», la artista estadounidense sorprendió al público con su energía y desplante, junto a un lindo juego de luces que recordaban a un faro de playa, casi como si quisiera guiarnos hacia ella.

Finalmente, a las 21 hrs., Hozier se encargó de llevarnos por un viaje a lo más profundo de la tierra. El ritual comienza con las dos mitades de «De Selby», temas que dan inicio a su último álbum «Unreal Unearth», y que nos sirven como una especie de guía espiritual por el mundo del artista. Importante también mencionar el lindo detalle de les asistentes a través del fan action, en el que los distintos sectores iluminaron sus pantallas con los colores verde, blanco y naranjo, intentando recrear la bandera de Irlanda, país de origen del músico y punto relevante de este último trabajo.

Rápidamente y casi sin pausas, Hozier da un pequeño recorrido por sus tres álbumes hasta la fecha. Es así que el público se emociona de sobremanera con todo lo relacionado a su álbum homónimo de 2014, primero celebrando «Jackie & Wilson» y posteriormente «Angel Of Small Death & The Codeine Scene». Entremedio, «Eat Your Young» nos hace bajar hasta el tercer círculo del infierno, representativo de la gula, conectando perfectamente con «Dinner & Diatribes», sencillo de su segundo álbum «Wasteland, Baby!» (2019) y en el que el artista usó una correa strap con diseños de copihue para su guitarra, regalo entregado por el fan club en Chile (@hozierchilensis).

Con «Francesca», la tragedia se hace más fuerte, pues el camino por el segundo círculo de la lujuria nos hace hundirnos aún más. Las raíces salen desde arriba del escenario por primera vez, representando que, ahora sí definitivamente, estamos bajo tierra. En «It Will Come Back», las visuales nos hacen sentir como madera áspera, mientras que en «Like Real People Do» vemos por primera vez los clásicos flashs en el público.

Antes de seguir, los ánimos se relajan un poco a través de la comedia. Y es que Hozier decide soltarse el pelo ante un tomate medio desarmado que da pie a les fans a gritarle “el pelo”, en respuesta a que lo deje ser. El artista ya había bromeado con que más tarde le explicáramos el significado de nuestros dichos (“mijito rico”) y que debió esforzarse más con sus lecciones de Duolingo en el pasado. Ahora, el cantante juega con que sus profesores estarían orgullosos de que haya podido entender nuestro español, aunque después aclara y agradece a la persona de cancha que le hizo un gesto con la mano, ayudándolo a comprender nuestro pedido.

Por consecuencia, la siguiente canción «From Eden» nos toma con un relajo mayor del esperado en su versión original. De todos modos, el clásico hizo revolucionar las pasiones de una fanaticada que ya estaba rendida a sus pies y cada vez menos tímida. Esperable, pues el cantante también se dejaba ver más cercano, bromeando con que si se equivocaba al tocar iba a ser por su pelo que no lo dejaba ver. Y como ley de Murphy, «I, Carrion (Icarian)» parte con un error, diciendo que «esta vez no fue por mí, lo cual es muy raro». Pero no importa, la gente lo ama, se ríe y se emociona, todo al mismo tiempo, en una gran catarsis colectiva que combina tragedia y comedia, amor y muerte.

Los extremos se siguen entrelazando cuando un sector grita “la polera”, generando la risa de la arena, quienes de todos modos se suman al pedido. El cantante responde con un “me halagan, pero soy tímido”. Con esto, da pie a «Abstract (Psychopomp)», otro momento hiper emotivo que nos hace pasar por el octavo círculo del infierno.

Por otro lado, «Too Sweet» y «Someone New» hicieron explotar una energía contenida, siendo cantadas con una fuerza no antes vista hasta ese instante. Esta progresión sigue con «Would That I», donde junto con la ayuda de aplausos coreografiados para apoyar al artista, el público se dedicó a cantar y fusionarse completamente con las voces del coro y demás músiques, como si fueran un solo gran instrumento.

«Almost (Sweet Music)» mantuvo esta lógica, aunque esta vez el cantante no nos enseñó las palmas, como sí lo hizo en su primera presentación en Lollapalooza Chile 2024. Pero eso no fue impedimento para la gente, quienes además de intentarlo, se unieron al coro colectivo, cada vez queriendo ser más partícipes de la experiencia, fusionarse con la banda y, por qué no, con la música misma. Esta fusión se completa con «Movement», una pequeña calma antes de la tormenta.

Como si no se pudiera hacer esperar más, las llamas del infierno se hacen presentes para quemar y expiar nuestros pecados junto a «Take Me To Church», icónica canción del artista que lo catapultó a la fama en la década pasada. Obviamente, no faltaron las banderas LGBTQIA+ y la transgénero, las que quedaron arriba del escenario por lo que quedó de show.

Pero aún quedaba tiempo para más. El encore, con un toque algo especial, comenzó con Hozier moviéndose detrás de la mesa de sonido, en un pequeño escenario B que se ubicaba en cancha general. De esta manera, solo con su guitarra, procedió a interpretar «Cherry Wine» bajo las pantallas rojas de los teléfonos, otro tema icónico del músico y que saldó una deuda con nuestro país, al ser una de las que se quedó afuera de su anterior show. Siguiendo con «Unknown/nth», que cerraba este recorrido por los nueve círculos de Dante, el músico se movilizó de vuelta al escenario principal por el lado de la cancha frontal, viéndose notoriamente emocionado al llegar de vuelta a su lugar.

Junto a «Nina Cried Power», Hozier aprovechó de dar un último discurso reflexionando sobre cómo el derecho a voto no era algo garantizado, sino que fue algo por lo que había que luchar, así como debíamos seguir luchando en contra de la injusticia, por más doloroso y desesperanzador que se pudiese ver el mundo. Palestina libre incluido, el artista también habló sobre cómo el tener una visión desde la empatía, la misma que él sentía de nuestra parte cada vez que se presentaba en vivo, era la solución a muchos problemas de la actualidad.

Un par de minutos para agradecer tanto a músiques sobre el escenario, como a sonidistas, técnicos, roadies, managers y el equipo completo que lo acompañaba, vino el último momento musical de la noche. «Work Song» funcionó como un precioso cierre para esta jornada llena de altibajos emocionales. Un show que nos hace pensar en cómo desde lo trágico y la desesperación podemos encontrar un camino, un lado esperanzador que nos haga conectar entre todes y con nosotres mismes. Al final, la empatía que sentimos es mutua, y solo podemos estar felices de saber que esas dos horas fueron reales. Un momento recíproco de conexión con un artista, donde los recuerdos queden grabados en nuestro corazón. Asimismo, esperamos que nuestro recuerdo también perdure en Hozier, al menos, hasta que podamos volver a encontrarnos, y compartir una vez más. Porque al final, el cielo no está hecho para contener un amor como el nuestro.

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