
30 años de «Blue Album» de Weezer
Corría el año 1994, con una estela de desesperanza y angustia en los entornos de la música alternativa estadounidense, principalmente generada por el (en ese entonces) impactante fallecimiento de Kurt Cobain, cuando casi por sorpresa, aparece el álbum que cambiaría el curso del rock alternativo hacía una vía inesperada para muchos. Hablamos del recordado, querido y memeado álbum azul «Blue Album» de nuestros nerds favoritos Weezer.
Como una de las piezas fundamentales para comprender los eclécticos y frenéticos años 90’s, el debut de Weezer se presenta como una declaración de principios para una generación que vivió la fugaz escena del grunge, movimiento que nace como una respuesta de desencanto frente al hair metal de la década anterior, para pasar a un presente donde ya no primaban las figuras heróicas musicales ni nacían aún las estrellas comercializadas de la música pop. Es en este escenario que la banda conformada por Rivers Cuomo, Matt Sharp, Brian Bell y Patrick Wilson, aparece en escena casi como una suerte de anti-héroes, sin siquiera querer serlo.
Con una mítica portada que expone a la banda en su estado más natural, el álbum inicia con la explosiva «My Name is Jonas», tema que impone con fuerza una huella que ceñirá toda la placa fonográfica, a través de sus poderosos acordes y una sincera letra que nos habla de la nostalgia y el doloroso paso de la niñez hacia la adultez, haciendo referencias a la clase trabajadora y la fraternidad familiar, directamente inspirada por las experiencias cercanas de Leaves Cuomo, hermano de Rivers.
Una vez ya puestos en escena, aparece «No One Else» y «The World Has Turned and Left Me Here», temas que muestran dos caras de una misma moneda, al tratar sobre las relaciones de pareja desde una perspectiva inicialmente lejana y hasta misógina (confesado por su propio autor Rivers) hasta pasar a una mirada desesperada y desoladora en el tercer tema, que relata la necesidad de volver a encariñarse después de un quiebre amoroso.
De inmediato y sin introducción llega «Buddy Holly», sin duda la canción más popular de la banda, eternamente replicada a través de covers e incluso convirtiéndose en un meme que cada ciertos años vuelve a tener relevancia en las generaciones actuales, gracias a su pegajosa melodía y memorable lick que cierra el solo. Nada mal para un tema que inicialmente no iba a ser incluido en el álbum, ya que según cuenta la leyenda, Rik Ocasek tuvo que llegar a llenar el estudio de grabación con notas post-it en cada sala escritos con la frase “¡Queremos Buddy Holly!” para lograr convencer a la banda de grabarla.
Sin perder ningún segundo, «Undone (the Sweater Song)» nos muestra las influencias más puras de Weezer, con un estribillo que nos recuerda a los mejores años de Pixies y un solo que trae reminiscencias de Dinosaur Jr. pese a que la inspiración real viniese de mucho más atrás con The Velvet Underground. La banda no escatima en mezclar matices en «Surf Wax America», tomando elementos del surf-rock más puro para recrearlos con acordes power-pop, logrando la impresión más certera posible de los Beach Boys y The Beatles, sólo que cómo ellos mismos dirían más adelante, “con grandes y ruidosas guitarras”.
«Say It Ain’t So» nos lleva al espacio más puro e íntimo de la banda, reflejado a través de una vívida y tenaz letra que expone las delicadas anécdotas de una familia que se va derrumbando por el alcoholismo, una imagen que el propio vocalista vivió al ver a su padre cayendo en ese hábito. La franqueza e intimidad no se detiene en «In the Garage», con una nostálgica armónica en sus segundos iniciales, la canción nos habla de una forma directa y desvergonzada las inseguridades de una persona solitaria que no encaja en los estereotipos sociales de su época, buscando su espacio seguro en su garage dónde no será juzgado por nadie.
Las influencias del surf y el pop regresan en «Holiday», con un guiño directo en su primera frase a la canción «Let’s go Away for Awhile» de los Beach Boys, aquí atrás quedan las inseguridades para posicionarnos en la esperanza de relacionarse afectivamente con esa persona querida y deseada, para en compañía escapar a otro lugar “en un latido”, como nos dice su coro reiteradamente.
La realidad aterriza en «Only In Dreams», para muchos fans el magnum opus de la banda, mérito inalcanzable desde entonces en sus futuros álbumes y canción hasta despreciada por sus mismos miembros en ocasiones. Con una memorable línea de bajo de Matt Sharp, la canción va lentamente despegando mientras nos relata la entrañable melancolía de no haber conseguido estar con “esa persona”, un sentimiento que repercute aún en almas jóvenes y que culmina con un emotivo instrumental que se va destruyendo en los últimos minutos del álbum, para finalizar con la misma línea de bajo inicial, casi como un llamado a empezar nuevamente.
«The Blue Album» es una de esas piezas que logró cambiar el presente de la escena alternativa de su respectiva década, algo que seguramente ni sus propios miembros se habrían imaginado, ni tampoco su productor, ni menos el sello detrás (DGC Records, el mismo que firmó a Nirvana), considerado años más tarde por los mismos integrantes como “suerte”. 30 años después, el álbum sigue resonando con generaciones jóvenes, a través de las décadas llenas de paradigmas musicales intermitentes, sigue inspirando a artistas y proyectos de todo el mundo, desde blink-182, Fun, Paramore, Protistas, Estoy Bien, Wavves, hasta Taylor Swift, Charli XCX y Mac Demarco. Ya sea por sus sinceras letras, sus nostálgicas melodías o por su pulcro sonido, el querido álbum azul seguirá por décadas mostrando la cara más sincera e identificable del rock alternativo y power-pop.