
A 25 años de «Parachutes»
la chispa más brillante que los fuegos artificiales
Reseña por Jota
Aunque sea obvio, no es menos sorprendente que hayan pasado 25 años completos desde el 2000, que las personas nacidas en ese año ahora son adultes, que los que vimos nacer a personas en ese año nos sentimos ancianes, y que una banda que lanzó su primer álbum en esa fecha, ahora goza de una carrera y una fama estratosféricas: hoy celebramos a «Parachutes» de Coldplay.
Cuando aún no llenaban arenas colosales con pulseras luminosas de colores y fuegos artificiales, con videoclips llenos de cgi, con burdos beats de electrónica y melosos intentos de himnos de amor, en general algo hippies, Coldplay era un grupo de jóvenes en la era post britpop con ideas, inspiración, y muchísimo talento, que supieron exprimir en su álbum debut. Y es que quizás todo tiempo pasado fue mejor, y vamos a visitarlo cada vez que podamos.
Chris Martin y Jonny Buckland se conocieron en una fiesta de bienvenida en la universidad en 1996, compartiendo una partida de billar. Poco después, comenzaron a guitarrear juntos y compartir ideas de canciones. Chris dice que conocer a Jonny fue como enamorarse y que hacía que todas las ideas funcionasen. Guy Berryman les pidió unirse una noche un poco pasado de copas, y ya solo les faltaba alguien que supiera tocar batería. Entonces, Will Champion propuso a un amigo suyo, que no se presentó a la audición y terminó uniéndose él para compensar, a pesar de no saber tocar batería en lo más mínimo.
«Parachutes» fue producido casi completamente por Ken Nelson, exceptuando «High Speed» que fue producida por Chris Allison en sesiones anteriores. De hecho, la banda reemplazó a Allison, con quién habían trabajado en algunos EPs tempranos, ya que necesitaban tener más control en el proceso creativo. Con Nelson, pudieron tener esa libertad de explorar sus ideas sin que el productor impusiera las propias, logrando una colaboración armoniosa.
El título encierra un significado simple pero importante sobre la vida; que las cosas pueden pasar de estar bien a estar mal y viceversa sin poder predecirlo, similar a un paracaídas que en pleno descenso puede abrirse… o no. Se ha comparado el disco con la canción «Perfect Day» de Lou Reed, que hace un contraste entre la letra alegre y hermosa versus la melodía triste y hasta desoladora que la acompaña, al igual que muchas canciones del álbum.
En una entrevista del programa «The Hour» de CBC, Chris cuenta, medio entre risas, que en casi todas las canciones está tratando de robarle algo a otros artistas, como Radiohead, Jeff Buckley, U2, Leonard Cohen, My Bloody Valentine, Elton John, entre otros. Y aunque las influencias son obvias, no son copias, más bien son un punto de partida donde dan forma a su propia marca.
El álbum comienza con «Don’t Panic», canción perteneciente a su EP «The Blue Room» (1999) y que para ellos significó el paso hacía la creación del disco, siendo escogida para permanecer en el larga duración. Aquí se nos repite constantemente que vivimos en un mundo hermoso, pero el mismo cantante no parece creérselo, hastiado por la rutina pero intentando no perder la esperanza, esto acompañado de riffs de guitarra y piano que le dan al tema un aura cósmica y etérea. Le sigue «Shiver», donde se nota tan claramente la referencia que encajaría casi perfecto en «Grace» de Jeff Buckley, con cambios de ritmo bruscos entre los versos y el coro, con melodías de guitarra ultra reconocibles y la desesperación de un amor no correspondido presente en la voz de Martin.
«Spies» nos sumerge en una atmósfera misteriosa, inspirada por el amor de la banda a las películas de James Bond. Aquí se expresa un sentimiento de paranoia, de sentirse observado en todo momento y jamás poder ser nosotres mismes. «Sparks» es uno de los momentos más emotivos del álbum, con la guitarra acústica y la voz de Chris suave y vulnerable. Es una canción de amor, pero de un amor pasado, al que recuerda con cariño y espera volver a tener, pero que no tiene.
«Yellow» es uno de los más grandes himnos de la banda y una de las canciones más alegres del álbum. Fue escrita en una sola tarde tras una revelación de Martin mientras jugaba ping pong con los demás miembros del grupo, con un ritmo animado y explosiones de energía, Chris le canta a quien ama, sobre que la vida es mejor ahora que esa persona está en ella. El contraste que hace con «Trouble» es muy grande, ya que esta es mucho más sombría, con un piano que ya se ha vuelto un clásico, y en la que el vocalista se disculpa por su mal comportamiento con toda la banda, en particular con el baterista. Y es que cuando empezaron a grabar y las cosas no estaban funcionando tan bien como esperaban, Chris culpó a Will Champion y lo echó de la banda para reemplazarlo por una caja de ritmos. El cantante se arrepintió al par de días y le pidió volver.
«Parachutes», la canción homónima, es en realidad un interludio de 46 segundos, en el que promete permanecer disponible para su amor, tal como un paracaídas. Sin más preámbulos, se da paso a «High Speed», la única canción producida por Chris Allison. Con sonidos espaciales y una guitarra groovy, nos habla sobre una relación que se ha vuelto insostenible al avanzar demasiado rápido, y al mismo tiempo sobre la velocidad a la que se mueve el mundo y cómo afecta nuestras vidas.
En «We Never Change» frenamos el tempo. Con la guitarra y una batería melancólica, se lamenta sobre nuestra limitada capacidad para cambiar y aprender de nuestros errores como personas y como sociedad. «Everything ‘s Not Lost» es la encargada de cerrar el álbum en una nota animada y esperanzadora, invitándonos a luchar contra nuestros demonios, a no rendirnos ante la adversidad y a vivir la vida, porque no todo está perdido, y lo gritamos junto a él hasta el final, como otro de sus himnos merecidos. Al final, el disco contiene la canción oculta, «Life is For Living», que funciona más como un cierre acústico de la anterior.
Los singles «Don’t Panic», «Yellow», «Shiver» y «Trouble» tuvieron su respectivo videoclip, que ya se han vuelto casi de culto. Incluso, la banda IDLES usó el icónico video de «Yellow» para su propia «GRACE», usando el metraje original y fundiéndose con la grabación de Chris cantando la canción nueva. Esta es solo una de las muchísimas huellas que dejó este fantástico debut en la cultura popular.
Y bueno, esos 40 minutos de duración bastaron y sobraron para postularse como la siguiente gran banda británica. En 2002, «Parachutes» ganó el Grammy al mejor álbum de música alternativa y se encuentra en el top 12 de los 20 discos más vendidos del siglo XXI en Gran Bretaña, reconocimiento merecido debido a su belleza y coherencia que pasan la prueba del tiempo. El potencial era impresionante, pero lamentablemente esa esencia y chispa que derrochaba esta primera entrega no se volvió a apreciar en totalidad, aunque no perdemos la esperanza de quizás en un futuro, podamos volver a escuchar a un Coldplay melancólico, honesto y sensible.