Squid en Club Chocolate: Sincronía distópica desde el fondo del corazón
Reseña por Angelo Osses
Fotografía por Juan Kattan
El frío cada vez cala más hondo en la capital, las temperaturas decaen más y más con el pasar de los días, y asistir a eventos resulta una travesía en contra de las bajas temperaturas. Caminando por Bellavista, la luna es testigo de las presentaciones musicales más importantes del mes, esto considerando lo intenso que ha estado mayo en cuanto a conciertos se trata.
El día de hoy, salimos de Baquedano con dirección norte hasta llegar al Club Chocolate, icónica discoteca de dos pisos que, con su atmósfera de los 2000 europea, calzaría muy bien con la propuesta que se tomaría la noche: el versátil y habilidoso rock de Squid.
Entrando a la sala nos encontramos con el escenario al nivel de nuestras cabezas, en el que la máquina de humo ya creaba el ambiente ideal para adentrarse en el panorama musical, inmersivo por su característico olor nebular que premedita una buena experiencia musical.
La pantalla detrás de los instrumentos se apagó para dar paso al icónico logo de Squid, que empezaba a circular todo tipo de imágenes curiosas: A los chicos de la banda corriendo, una batería, neumáticos incendiándose, una mujer nadando, al igual que un ciervo de largos cuernos que recorría el espacio. Dando las nueve en punto, el cambio de las luces (y agradeciendo la puntualidad, cualidad escasa en los shows en forma general), se anunciaba el inicio del concierto.
Emergiendo desde el medio del escenario, Ollie Judge, Louis Borlase, Arthur Leadbetter, Laurie Nankivell y Anton Pearson se tomaban el escenario con gracia, soltura y decisión para darlo todo, en esta, su primera gira por Latinoamérica.
Durante los primeros tres minutos se destacó una característica bella que permaneció durante toda la presentación: entre las canciones, en vez de quedarse en silencio, interactuar con el público o hacer algún tipo de relleno, mantenían una propuesta musical casi continua, principalmente de la mano de los sintetizadores manejados tanto por Arthur como por Laurie, al igual que incluyendo guitarras y todo tipo de percusiones, de las que hablaremos más adelante.
Naturalmente, la secuencia de acordes del sintetizador principal llegó a la melodía de inicio de «Swing (In a Dream)», canción de apertura de su último disco «O Monolith». La temática de sus canciones, a veces contingentes o relacionadas a viajes del consciente inconsciente, van muy de la mano con la dirección que entrega Ollie, baterista y vocalista principal de la banda, quién dirige y canaliza la energía del grupo, al igual que llevar el ritmo.
Otra cosa que destacaba mucho era la coordinación de toda la preparación, el montaje y los músicos, que concluían de forma perfecta cada compás al terminar sus canciones. Esto se sumaba a los focos de luz, que con sus colores y destellos parecían danzar al ritmo de las canciones.
«Swing» se vistió de azul, que mutó a rojo en el siguiente tema: «If You Had Seen the Bull’s Swimming Attempts You Would Have Stayed Away», en la que empezamos a descubrir la versatilidad que tiene el quinteto sobre el escenario. Panderos y trompetas adornaban las distintas capas de sonido de la canción, que era ejecutada con precisión, habilidad y sincronía por los músicos.
En este momento, Ollie se sacó su polera a rayas manga larga para dejar ver otra manga corta debajo, que mostraba la portada del EP homónimo de Godflesh, todo esto mientras desde el público le gritaban el típico “mijito rico”, al igual que “mucha ropa”, curioso, considerando los hechos de que la gran mayoría de los asistentes de esta ocasión eran hombres, y que afuera la temperatura sólo se dedicaba a bajar.
«Undergrowth» fue otra canción que emocionó al público (sonoramente, con varias reacciones emocionales provenientes de distintos sectores del recinto), que con sus luces azules, Louis, en el bajo en este momento, lo daba todo, siendo el más activo tirándose al suelo y moviéndose con soltura.
Esta especial forma de pararse en el escenario destacaba en la presencia de cada uno de los músicos, reflejada en momentos como el cierre de las canciones, en que la precisión y la sincronía estaban a la orden del día, al igual que las distintas maneras que tenía Ollie de tocar la batería, inclusive parado y con movimientos de lo más curioso.
El interludio «Leccy Jam», con ejecuciones más electrónicas deja en evidencia su versatilidad y profesionalidad a la hora de abarcar la música, así dando paso a «GSK», de su primer disco «Bright Green Field», la que nos presenta por primera vez el cencerro como instrumento de percusión de la mano de Arthur, que destaca junto a las atmósferas especialmente oscuras que tiene la canción, acompañando esa letra ominosa, de la que a través de la ventana observa lo distópico de la realidad.
Las canciones de BGF pegaron de forma distinta en el público, siendo esta y el cierre del disco, «Pamphlet», las que más saltos generaron, y es que la canción funciona como evidencia viva de cómo la propaganda arruina la mente, musicalizándolo de una forma tan precisa que llega a dar gusto.
Las demás no decepcionaron, como «Broadcaster» y «The Cleaner», que con sus influencias más orientadas al post punk, y new wave desataron furor en el público, generando que la masa se moviera y saltara como nunca.
La que se lleva un espacio especial en el corazón de muchos fue «Narrator», que con su viaje mental de 9 minutos, generó más movimiento y voces cantando al unísono su puente final “I’ll Play Mine”, en el que los saltos y la energía de los asistentes amenazaban la creación de un moshpit en cualquier momento, los que a su vez cantaban la letra en un estado real de éxtasis musical. Un amigo curioso que apareció por única vez durante el show, de la mano también de Arthur, fue el triángulo.
«After the Flesh» y «The Blade» tuvieron lo suyo, canciones que poseían un elemento de solemnidad, entregado por la trompeta de Nankivell, que se llevaba toda la atención siendo el único instrumento sonando en momentos cruciales.
Sin duda que Squid no es una banda fácil de escuchar desde cero y en una rutina diaria, esto con tantas capas de sonoridades, guitarras y percusiones de todo tipo adornando el espacio de sus canciones, fruto también de un trabajo de producción profundo y demostrado en la ejecución prolija y cuidada, y sus letras de temáticas complejas. Pero todo esto sumó a que cautivaran el corazón de todos quienes veíamos por primera vez su presentación de este lado del planeta.