
«Disintegration» de The Cure
Era 1988, Robert Smith tenía 29 años y una obsesión se apoderaba de su cabeza: la mayoría de los grandes artistas habían grabado sus mejores obras antes de los 30.
Con una sensación de que él aún no lo había logrado, y la depresión existencial que conllevaba alcanzar la cuarta década de su vida, se lanzó a trabajar en el octavo álbum de estudio de The Cure.
El 2 de mayo de 1989, la banda lanzó «Disintegration», reconocido hasta el día de hoy como su magnum opus y uno de los mejores discos de todos los tiempos. Claramente, no podíamos dejar que terminara su mes de aniversario sin dedicarle un lunes de icónicos a esta pieza fundamental de la música.
Tras sacar el disco «Kiss Me, Kiss Me, Kiss Me» en 1987, el vocalista y principal compositor del grupo estaba cansado de las melodías de pop que habían caracterizado su sonido durante los últimos años.
A pesar de que este estilo le entregó hits como «Just Like Heaven», Smith nunca quiso cumplir con las expectativas de otros. Siempre buscaba sorprender.
Y así lo hizo: The Cure volvió repentinamente a una oscuridad más cercana a la de «Pornography» (1982), marcada por el uso de sintetizadores envolventes y un sentimiento omnipresente de melancolía a lo largo de sus 72 minutos de duración.
El álbum está compuesto por 12 temas y, en los primeros segundos de escucha, el oyente ya puede anticipar la grandeza de lo que viene: «Plainsong», con sus campanillas de viento, lo encamina hacia el viaje emocional que va a recorrer, hermoso y desgarrador. “’It’s so cold, it’s like the cold if you were dead” / And then you smiled for a second’” (‘Y hace tanto frío, es como el frío si estuvieras muerto / Y luego sonreíste por un segundo’), dice la letra.
El álbum está compuesto por 12 temas y, en los primeros segundos de escucha, el oyente ya puede anticipar la grandeza de lo que viene: «Plainsong», con sus campanillas de viento, lo encamina hacia el viaje emocional que va a recorrer, hermoso y desgarrador. “’It’s so cold, it’s like the cold if you were dead” / And then you smiled for a second’” (‘Y hace tanto frío, es como el frío si estuvieras muerto / Y luego sonreíste por un segundo’), dice la letra.
Lo que le sigue no es una mera lista de canciones, apiladas una al lado de la otra porque sí; es un cuerpo elaborado cuidadosamente, seleccionado de entre 32 demos que grabaron inicialmente. Es cohesivo y diverso en partes iguales, y fluye sin problemas por los oídos y la mente. Está colmado de instrumentales prolongadas, cuyas incontables capas logran alcanzar el alma de quien las escucha.
Pero el tono sombrío que se distingue en «Disintegration» se ve reflejado, sobre todo, en su contenido lírico. Las palabras que salen de la boca de Robert Smith están teñidas por un sentido de desesperanza y un miedo al inevitable paso del tiempo; incluso en el caso de «Lovesong», la canción que le escribió a su amada Mary Poole como regalo de bodas, hay un matiz melancólico.
La sinceridad apesumbrada del álbum causó que, antes de su lanzamiento, la discográfica a la que pertenecían lo calificara de «suicidio comercial» e “intencionalmente oscuro”. Sin embargo, a pesar de la negatividad que lo rodeaba y las dificultades enfrentadas, como la salida de Lol Tolhurst de la banda, terminó debutando en el número 12 de la lista Billboard 200.
36 años después, «Disintegration» se ha ganado el título de clásico innegable, es un infaltable en las listas de los mejores discos de la historia y es un excelente compañero para esos días en los que nos consume la inseguridad, el autodesprecio y el miedo al futuro.