«Impossible Princess» de Kylie Minogue

22-09-2025 | Lunes de Icónicos

Cuando Kylie Minogue lanzó su sexto trabajo discográfico en 1997, la industria pop era radicalmente distinta a como la conocemos hoy en día, sin embargo, algunos de sus detractores creativos han resistido el paso del tiempo.

Muy probablemente, entre tus álbumes de pop favoritos se encuentra ese que es reconocido por haber sido “incomprendido” o “adelantado a su época». Aquellos lanzamientos resultan disruptivos en la discografía de las artistas, pues rompen con sus esquemas establecidos y, a pesar del ocasional fracaso comercial, hasta la fecha siguen generando una discusión sobre lo que se entiende por arte genuino y su confrontación al éxito mainstream.

En este lunes de icónicos, celebramos los riesgos creativos que hicieron del «Impossible Princess» uno de los álbumes más emblemáticos en la carrera de Kylie Minogue y la manera en que dicho lanzamiento representa un ejemplo importante del arte oponiéndose al estricto control comercial.

En la actualidad no ha desaparecido el intenso control que ejercen las grandes discográficas sobre sus artistas más exitosas. Es un trabajo exhaustivo adecuar las propuestas creativas hacia su máximo potencial comercial pero, desde la perspectiva de los creadores, es absolutamente deshumanizante y compromete la autenticidad del arte mismo.

El pop, especialmente el presentado por intérpretes femeninas, ha forzado los límites de los oyentes más puristas del arte musical por su inevitable correlación con el mercado. Su sencillez le ha convertido en el género accesible por excelencia, pero el arduo trabajo de conceptualización, performance y sobreexposición personal al que se someten las artistas con cada nuevo lanzamiento implican más que una mera producción sistemática.

Ese valioso factor del pop femenino se refleja con mayor notoriedad cuando son las propias mentes creativas quienes se revelan al molde, sea por una insaciable necesidad de procesar sus más intensas emociones, o por el no menos relevante deseo de evolucionar como artistas.

En 1997 la realeza pop de Australia, Kylie Minogue, atravesaba un periodo que combinaba inmersión experimental con intensidad emocional, el resultado de su más excéntrica revelación creativa sería «Impossible Princess», un trabajo que representó un relativo fracaso comercial, pero que se ha elevado con los años como uno de sus trabajos más reconocidos.

La relación romántica que Minogue mantuvo por 3 años con el ahora fallecido Michael Hutchence, vocalista y motor creativo fundamental de la banda australiana de rock INXS, significó una ampliación de su lente cultural, un contraste entre sus propias creaciones de pop burbujeante en creciente elevación y un nuevo acercamiento a la electrónica futurista de la época, los bucles sintéticos de Daft Punk  y la envolvente sensualidad del trip-hop en su época dorada.

Dichas incursiones impulsaron en Minogue un frenesí artístico que ansiaba por plasmar en su propia música. Su anterior trabajo, el homónimo de 1994 se caracterizaba ya por su desapego de la saturación bailable optando por el R&B y el pop sofisticado, espacios confortables para una mayor introspección sentimental.

Paz y terror al mismo tiempo, mi vida solo acaba de comenzar” entona Kylie entre éxtasis y júbilo en el segundo track de «Impossible Princess». Puede afirmarse que existía un sentimiento de rebeldía intrínseco a la música que surgía en las grabaciones del álbum y en aquel entonces, recién había firmado con el sello discográfico Deconstruction tras una falsa promesa de mayor libertad creativa.

Dicho sello ejercía una influencia considerable en su trabajo y varias de las canciones presentadas inicialmente fueron no solo descartadas de este proyecto, sino además, reemplazadas por creaciones más cercanas a la fórmula que, según el sello discográfico, era la más conocida de Kylie.  “No existía un sencillo líder” en las primeras versiones que fueron presentadas.

El lanzamiento oficial del álbum también se vio comprometido en Reino Unido, pues con el reciente fallecimiento de la princesa Diana de Gales se consideró inapropiado lanzarlo con su título original y se optó por «Kylie Minogue», una decisión curiosa considerando que el proyecto anterior tenía, precisamente, el mismo título.

La grabación de «Impossible Princess» se realizó junto al entonces dúo de música electrónica y house Brothers In Rhythm. En dicha música se establecía una representación íntegra de la ambición sensorial de Kylie Minogue, un manifiesto de libertad creativa (tanto como fue posible). El bautizo de Indie Kylie resonó pronto en la prensa, dada la fusión de influencias que presentaba el álbum.

Este álbum amplió la concepción electrizante que Minogue personificó desde sus primeros años y en su primera pista, «Too Far», el reclamo de autopercepción llevada al límite se expresa en la intrincada dinámica melódica compuesta por exhaustivos violines y arreglos desordenados que parecen ambiguos ante la distintiva y estridente súplica de Minogue: “ayúdame, esta vez he ido demasiado lejos

Los sencillos son ese fragmento de un álbum que suele moldear el recuerdo del público general respecto a cada era musical y los de «Impossible Princess», aunque lejos de ser malos, no definían con total honestidad el furor de la música que radica en el álbum. Por ejemplo, «Some Kind Of Bliss» existe en su arista más accesible, una curiosa fusión de ímpetu melódico con un suspiro de britpop considerablemente menos radical.

«Did It Again» es un clásico indiscutible de su catálogo, pero su inevitabilidad deviene principalmente de la transparencia de su letra, una autocrítica confesional que sirve tanto como un monólogo interno, como un testimonio público sobre la intensa presión mediática y creativa en la vida de una estrella pop.

En una nota más minimalista y plena, «Breathe» fue el sencillo más arriesgado de la era, un contraste absoluto caracterizado por una introspección meditativa, capturando el equilibrio entre voraz ambición musical y un deseo de paz interior: “No me culpes por estar aburrida, necesito probarlo todo”.

El ascenso de «Impossible Princess» como un clásico pop de culto emerge resultando de su rebeldía artística, un instante de creatividad auténtica que contiene algunas de las piezas más disruptivas del catálogo de la artista australiana:

«Say Hey» evoca la inmediatez rítmica del «Ray Of Light» de Madonna, mientras que «Limbo» (que originalmente era la elección predilecta de Minogue como sencillo principal del álbum) profundiza en esa misma tendencia, un trip hop atmosférico que se transforma en un trance hipnótico, tan sutil como envolvente.

Pero, la que quizá es la joya de la corona es la épica y vibrante «Cowboy Style», pista que aterriza con el ímpetu de un sencillo líder. Un ejercicio de hibridación melódica en que el trip hop susurra en sincronía con un registro inesperadamente más grave de las vocales de Minogue (una tendencia esencial del álbum), mientras la melodía se eleva hacia un clímax monumental de violines, percusiones latentes y un pulso casi hipnótico.

El emblema de la princesa imposible en la cultura pop se resguarda como un manifiesto inquebrantable en la frontera entre el control creativo y el atrevimiento artístico, una tendencia que se renueva con el tiempo y limita a les artistas tanto como les inspira.

No es complicado encontrar ejemplos, tan solo en días recientes la artista estadounidense de alt pop Halsey confesó en una entrevista con Zane Lowe que el mal desempeño comercial de su último trabajo musical se ha traducido en una restricción absoluta para cualquier lanzamiento futuro. “No puedo hacer un álbum nuevo, no lo tengo permitido”.

Tanto los últimos dos trabajos discográficos de Halsey, como el ahora mítico «Impossible Princess» de Kylie Minogue comparten la audacia creativa como columna vertebral, incluso si existen en escenarios musicales radicalmente distintos. La desafortunada conclusión es que el mercado tiende a limitar la proyección más excéntrica, el exponencial consumo de música pop es tanto su motor de existencia, como su propia barrera incisiva.

En los últimos años, Kylie Minogue se ha reinventado musicalmente tanto como su propia comunidad de fans se ha diversificado, y el encantador desequilibrio de su sexto álbum de estudio se ha convertido en el factor referencial de su iconicidad, uno que se corresponde con lo exuberante de su contenido.

Es la excelencia y atemporalidad de álbumes como «Impossible Princess» lo que nos hace cuestionarnos ¿Cuántos de nuestros reclamos hacia el artificio del pop se dirigen esencialmente a las artistas?, considerando que la maquinaria sistemática detrás es la representación notoria de tal responsabilidad. Entonces, ¿cuánta creatividad se mantiene atrapada únicamente como sueños de una princesa imposible?

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